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Mi primer marido, el catedrático....
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Mi primer marido, el catedrático.... Hoy volví a encontrarme con el señor catedrático. Me gustaría que pudiéramos hablar de cuando nos queríamos tanto y de lo felices que fuimos, pero eso está descartado. Miguel Angel González Subirats es un señor muy orgulloso, hijo de andaluz emigrado y catalana de familia de pro. No necesito ser psicóloga para sacar conclusiones profundas. Y aunque él era el jefe de departamento y yo la becaria, también era muy joven, los dos éramos muy jóvenes y muy progres. Miguel Ángel me propuso que tuviéramos una relación libre, me pareció bien y él se entusiasmó cuando vio que lo aceptaba de buen grado. Pero enseguida tuvo que fijar unas normas, así es él. No podíamos enrollarnos con gente conocida, ni contárselo al otro, ni preguntar, claro, ni salir en viernes, sábado, domingo o días festivos, ni debía enterarse nadie de nuestro entorno, ni, en fin, hacer nada que pudiera poner en peligro nuestra pareja. Pasaron varios años y el “acuerdo” funcionaba, por lo menos para mi. No es que saliera demasiado con otros, pero sí hubo algunos, y sí es cierto que él nunca preguntaba, y yo nunca conté. Y, además, me cuidé muy mucho de que no fuera nadie de nuestro alrededor. No creo que él hubiera salido con otras, no me lo parecía, aunque tampoco me ocupaba de indagar. Todo se estropeó cuando fuimos a aquel congreso a Estocolmo. Dentro del grupo de españoles iba una chica sevillana que tenía a todos babeando. Era guapa, tengo que reconocerlo, y además con esa gracia andaluza que, por lo menos en el contexto de un congreso, es de agradecer. Y el Dr. González Subirats va y se enrolla con ella, saltándose todas las normas a la torera. Lo hace delante de mí, me lo cuenta, se entera todo el mundo, y pretende continuar la relación en viernes, sábado y domingo cuando volvimos a Madrid. Ella lo llamaba a diario y muchas veces él le decía, bajando la voz, “ahora no puedo hablar, te llamo en un momento”, y no pude soportarlo, le puse las maletas en la puerta, lo eché de casa, cambié la cerradura y hasta hoy. El no lo entendió, no fueron celos, simplemente no había respetado las reglas del juego. Le dejé el campo libre, me fui de la Universidad, dejándolo con un palmo de narices. Le di su parte del piso. Me contaban los amigos y mis primos que hasta más de un año después andaba como alma en pena diciendo que si yo le propusiera volver, volvería. |
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Si, para mi también es una traición. Si hay reglas, son para cumplirlas, pero el remate es que eran las suyas propias. Encima se seguirá preguntando el porqué... en fin
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6/23/2012 4:19 pm |
Imagino que hay que vivirlo en primera persona para llegar a comprender con el tiempo como a una relación tantas reglas se le puede llamar "libre". Sobre todo porque esas reglas responden normalmente a egoísmos y comodidades. Sí, de algo me suena, jejeje! De lo que sí me alegro al leerte es fuiste tu quién aprendió y evolucionó. Quién a día de hoy tiene perspectiva y sabe valorar. IMportantísimo! Felicidades Besos y caricias desde Cádiz, Rafa
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¡Qué buena idea! Voy a escribir una serie de "historias de congresos", tengo algunas muy divertidas, incluso con personajes públicos como el actual ministro de educación! jajajaja
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Todo pacto que no lleve implícito la palabra de honor de ambos contratantes es un trato que irá a la deriva saludos 
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Los congresos son como las fiestas de navidad de las empresas. Todo puede suceder y, normalmente, sucede. Es lo que pasa cuando la gente aburrida se sale de contexto.
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Los congresos son como las fiestas de navidad de las empresas. Todo puede suceder y, normalmente, sucede. Es lo que pasa cuando la gente aburrida se sale de contexto.
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Eso es, coño!
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Todo pacto que no lleve implícito la palabra de honor de ambos contratantes es un trato que irá a la deriva saludos
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Los pactos siempre se rompen, ¿no crees?
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9/6/2012 5:52 pm |
Como decía mi amigo el vasco, "Si vamos a un congreso, vamos solo al congreso." Si la cabeza está en otro sitio, la ansia viva se antepone a los negocios.
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