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Fantasias "animadas"
 
Fantasias " anima das" de ayer y hoy
Keywords | Title View | Refer to a Friend |
Indice
Posted:Aug 12, 2012 11:56 am
Last Updated:Dec 26, 2013 3:49 am
6614 Views

Los textos un poco largos.
Espero facilitar su lectura.

Terremoto

UNIVERSITARIA PARTE I HISTORIAS DE LA CABAA
UNIVERSITARIA PARTE II HISTORIAS DE LA CABAA
UNIVERSITARIA PARTE III HISTORIAS DE LA CABAA
UNIVERSITARIA PARTE IV y ltima HISTORIAS DE LA CABAA

Coma Parte I
Coma Parte II
Coma Parte III y ultima

CHANTAJE Parte I HISTORIAS DE LA CABAA
CHANTAJE Parte II y ultima HISTORIAS DE LA CABAA



.
2 Comments
ANUNCIO
Posted:Aug 27, 2012 6:32 am
Last Updated:Mar 28, 2014 7:20 am
7117 Views

SE BUSCA

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18 Comments
CHANTAJE (Parte II y ultima ). HISTORIAS DE LA CABAÑA
Posted:Aug 23, 2012 4:19 am
Last Updated:Nov 14, 2012 6:48 am
6619 Views

P me pide que le prepare un desayuno copioso. Lo hago le mejor que puedo. Cuando acaba, me pone un tazón grande con leche y migas de pan en el suelo. Después me ordena que recoja toda la casa y eche en el cesto de la ropa sucia la prueba de mi desobediencia. Es decir, la funda del edredón. Que cuando acabe, ya sé lo que tengo que hacer. Quedarme esperando en la misma postura que me indicó ayer, piernas abiertas y agachado

Ella ha salido a dar un paseo. Ha vuelto al cabo de una hora con algo envuelto en papel de periódico. Ha cogido un jarrón, lo ha llenado con agua y ha puesto lo que quiera que estuviera envuelto en el jarrón, con papel y todo.

- Esclavo, creo que es el momento de aplicarte el castigo que te mereces.

Saca un juego de correas con el que ata mis antebrazos juntos por la espalda. Otra correa entre mis brazos hace que queden totalmente inmovilizados. De los extremos salen dos argollas a las que también une a correas que pasa por la viga central.

Me he dejado hacer como un corderito. Cuando ha acabado de atarme quedo de pies, con los brazos atados a la espalda y sujeto a la viga del techo. Mi movilidad es reducida, apenas puedo desplazarme un poco hacia delante y los lados, un pequeño balanceo.

Me ordena que saque el culo. Va a empezar con 20 azotes dados con el listón.
Tengo el culo dolorido del día anterior y temo que me vaya hacer daño de verdad. Sin embargo, los azotes me parecen bastante suaves, a pesar de darlos con el listón. Parecen más de calentamiento, a excepción de los dos últimos.

Cuando ha acabado, ha cogido una crema. Y se ha puesto a darla masajeándome otra vez el culo, la parte superior de los muslos. Todo esto lo hace desde detrás mío. Ha metido su mano en mi entrepierna y, desde atrás también, masajea mi bolsa escrotal y mi perineo. Evidentemente, a estas alturas estoy totalmente empalmado.

- Esclavo, te ordeno que sigas empalmado.

P se ha dirigido a la nevera y del congelador ha sacado algo. Se acerca hacía mi y veo lo que .

- Esclavo, lo de antes ha sido el inicio del castigo. Este empieza ahora de verdad. Esta noche no has sido capaz de cumplir una orden mía y te has corrido sin mi permiso. Veamos si eres capaz de desobedecerme en esto también. No quiero que se caiga ningún ‘arito’ de estos antes de media hora.

Lo que tiene en la mano unos anillos de hielo de unos 10 centímetros de diámetro y unos dos de grosor. Me ordena que gire un poco la cadera para que mi pene apunte directamente hacia el techo. Y va poniendo aros sobre mi miembro hasta que el último de ellos se apoya sobre mi glande.

¿Y tengo que aguantar media hora empalmado con esto?

El sexo está en la mente, pero aun y así ….
Intento concentrarme pensando en situaciones excitantes, recordando buenos polvos pasados, inicios de romances y flirteos que me han marcado, escenas de películas que me han puesto a tono. Cualquier recurso mental es válido. A duras penas consigo mantener mi erección. El frío va haciendo mella, sobre todo, en el glande.

De repente, mi erección desaparece de golpe. Y ya que veo que se caen los aros, empujo con las caderas para que acaben de salir. Intento retorcerme con la intención de aportar un poco del calor de mi cuerpo a mi pene. Imposible con las correas.

P se ha acercado a mi y recoge entre sus manos mi pene junto con mis testículos. Agradezco la tibieza del contacto.

- Has intentado aguantar, esclavo. Pero, desde luego, no ha sido suficiente. Has incumplido un castigo. Así que comprenderás que ahora se impone un castigo mayor.

Supongo que tendría que ponerme a temblar, pero no puedo. Estoy demasiado concentrado en intentar recuperar la sensibilidad de mi inseparable amigo.

P ha recogido una crema que, sin que yo me diera cuenta, había puesto a calentar al baño maría. Y la está aplicando por la base y tronco de mi pene, perineo y bolsa escrotal. Se toma su tiempo. Lo hace con delicadeza. Le extiende y frota bien, para que se absorba, supongo. El frío de antes y el calorcillo y los cuidados de ahora, vaya contraste. ¿Este es el resto del castigo? Pues no me importa nada en absoluto que siga.

Lleva un buen rato masajeándome, con paciencia. Se ha puesto de rodillas y, en determinadas pasadas, su boca se acerca mucho a mi pene. Casi lo roza con sus labios.
Desde mi posición, la imagen resulta excitante.

Y pasa lo que es lógico que pase. Vuelvo a excitarme, aunque, no sé porque, intento evitarlo. No puedo. Me mira y en su cara veo una sonrisa de triunfo.

Se levanta del suelo y se dirige al jarrón. Saca del mismo el papel que hace del envoltorio y lo pone sobre la mesa.
Estoy nervioso.
P se desnuda delante mío y luego se dirige a coger unos guantes finos.
Sigo nervioso y excitado. ¿Qué estará tramando?
Me da la espalda. Esta trasteando en el contenido del envoltorio. Viene hacía mi sujetando algo con sus manos. Me muestra una hoja.

¡Ortigas!

Intento zafarme de las correas, es imposible.

- Esclavo, vas a recibir un gran castigo por tu desobediencia y por no haber cumplido el castigo previo. Te voy a ortigar esa parte de tu cuerpo que te ha llevado hasta esta situación tan delicada para ti. Por tu bien te recomiendo que mantengas la erección y te estés muy quieto soportando la pena.

Estoy escuchando con los ojos abiertos sin poder apartar mi mirada de las ortigas. P se está pasando dos pueblos.

- Si mantienes la erección y te estás quieto, sólo te ortigaré la piel de tu capullo. Estoy segura de que sabes lo que se siente al ortigarse, todos lo hemos notado. Y nadie se muere por eso. Pero si te mueves o dejas de estar excitado, es muy posible que por error te ortigue en el glande. Y teniendo en cuenta lo sensible que es, por tu bien, te recomiendo que lo evites.

Trago saliva y me quedo quieto como una estatua. No sé porque sigo empalmado. ¿Por el recuerdo de las caricias de antes? ¿Algún efecto de la crema que me ha puesto? O, más desconcertante, ¿me pondrá esta situación?

P coge las hojas de ortiga con la palma de su mano. Y abarca con ellas el tronco de mi pene. El escozor y el picor aparecen de golpe. Jadeo, aunque me mantengo quieto como una estatua. Repite la operación dos veces más, de tal manera, que todo el tronco está ortigado. La desazón es inmensa.

- Por favor, Ama, por favor. Para, no aguanto más.
- Has aguantado bien, esclavo. El castigo ha finalizado.

Estoy retorciéndome lo poco que me dejan las correas. Intento controlar la respiración para evadirme y no pensar en el picor y escozor que noto en mi polla. Que, además, sigue enhiesta.

- Por favor, Ama. No lo aguanto.

P no dice nada y me suelta las correas que me sujetan a la viga central pero me deja con los brazos atados a al espalda, inmovilizados. Me tiro al suelo y me retuerzo intentando masajearme el capullo con mis piernas y mi tripa. No consigo aliviarme.

- Por favor, Ama, no lo aguanto. De verdad, P. Hazme algo. Coge un cuchillo y córtamela.

P se ha tumbado en el sofá y se ha abierto de piernas, mirándome.

- Te dije que había una cosa que yo no te iba a pedir.
- ¿Qué? No digas tonterías, no me acuerdo

Y de repente me acuerdo. Me levanto girando sobre mi mismo y me acerco al sofá. Según llego, P cierra las piernas.

- Esclavo, no estás haciendo las cosas bien.
- Me la suda. ¿Notaré alivio?

La mirada de P vuelve a ser sería aunque transmite un poso de deseo y diversión.

- ¿Esclavo?
- Por favor, Ama, ¿me dejas que te folle?

P vuelve a abrir las piernas. Me lanzo sobre ella desesperado. Mejor dicho, me caigo al no poder utilizar mis brazos. Repto sobre su cuerpo buscando aliviar mi escozor. P está lubricada, supongo que ha disfrutado de todo su montaje.

Entro en ella de golpe. Y dejo escapar un suspiro mezcla de alivio y gozo.

La sensación es fuerte, muy fuerte. Por un lado, el glande nota la delicia del contacto. No ha estado ortigado y su sensibilidad no está afectada. Y por el otro, la piel del tronco de mi pene nota la humedad de su cueva aliviando el escozor.

Empiezo a moverme. Pero lo hago de un modo bestia, salvaje. En realidad no la estoy follando. Me estoy rascando con las paredes de su vagina. Apoyo mi cabeza en su hombro y tiro de riñones y espalda. Me muevo a derecha, a izquierda, arriba, abajo, en círculos. Empiezo a sudar. Da lo mismo, sigo con el mete-saca. Mejor dicho, con el rasca-rasca.

No se cuanto tiempo llevo así. Se me están empezando a cargar los riñones de tanto meneo. P lleva un rato gimiendo y berreando. Me da lo mismo, yo sigo a lo mío.

Poco a poco, el escozor empieza a mitigar dejando paso sólo a la sensación de placer. Abrazándome, P me desata las correas. Tengo los brazos insensibles, muertos. P me voltea y se pone sobre mi. También está totalmente sudorosa. Ahora es ella la que se mueve a lo bestia.

- Esclavo, cuando quieras puedes correrte.

Es como si hubieran activado un resorte en mi cabeza. Y alcanzo el orgasmo. En cada golpe de eyaculación empujo hacía arriba, como si quisiera que P saliera por el techo de la cabaña.

P también está gimiendo, aunque no se si es su primer orgasmo larguísimo o un sinfín de ellos encadenados.

Me quedo reventado, en la gloria, aunque con una ligera sensación de picor en el capullo.

P se levanta y vuelve con otra crema.

- Qué me vas a poner ahora
- Tranquilo, es una esencia de menta para que te acabe de aliviar el picor. Tampoco puede tocar el glande.

Y, para evitar que lo toque, lo que hace es sujetar el glande con su boca comprimiéndolo con sus labios. Y con las dos manos aplica la crema en toda la zona ortigada.

Hace cuatro años de este que fue, hasta el momento, el polvo más increíble de mi vida.

Cada vez que veo una ortiga, no puedo evitar recordarlo.

Y cuando alguien entra en el despacho del Directo General de mi empresa, mi despacho, todo el mundo se sorprende de que en una esquina haya un tiesto con una mata de ortigas.

Todo el mundo, excepto mi secretaría personal.
13 Comments
CHANTAJE (Parte I ). HISTORIAS DE LA CABAÑA
Posted:Aug 22, 2012 4:15 am
Last Updated:Sep 20, 2012 1:58 am
6850 Views

Recientemente he conseguido el puesto de director financiero de un grupo empresarial. Por encima de mí sólo está el Director General, el Consejero Delegado y el Presidente. Y estos dos últimos, pensando en su jubilación dentro de 6 y 3 años respectivamente. Tengo un excelente sueldo envidia de muchos, soy reconocido profesionalmente en mi sector y tengo una excelente posibilidad de promocionar si juego bien mis cartas.

Manejo las cuentas de un holding de 14 empresas repartidas por toda España con 350 trabajadores directos. A pesar de la situación, nuestros números saneados, muy saneados. En parte, por las políticas de expansión que hemos acometido, calculadas, medidas, sin asumir riesgos innecesarios. Y en parte, por la férrea política de control de gastos que aplicamos. El Director General y yo compartimos secretaria.

P, nuestra secretaria, ronda los 50 años. Es un poco mayor que yo. Rubia, ojos azul claro, no muy alta. Conserva buen tipo. En su momento debió ser una mujer espectacular, aunque los años pasan para todos. Sin embargo, en su caso, el refrán español es de plena aplicación, “el que tuvo, retuvo”. Es una mujer seria, profesional, un poco cortante. Salta a la vista que el Director General y ella están muy compenetrados. Es lógico, llevan ambos mucho tiempo trabajando juntos.

Que nadie piense que mi situación actual es regalada. Trabajo duro. Prácticamente no tengo vida social, reuniones y comidas de trabajo, viajes de supervisión a las empresas y delegaciones, fines de semana preparando proyectos de expansión y revisando informes.
Trabajo, trabajo, trabajo.

Y, como soy un hombre normal, de vez en cuando busco compañía femenina. Contactos profesionales, nula implicación sentimental. No tengo tiempo para más.

Últimamente he abusado un poco de los servicios de teléfonos eróticos. un poco descafeinados, pero cuando estoy reventado en una habitación de hotel, con reunión a primera hora del día siguiente y el Director General en la misma planta, me parece un aceptable sucedáneo de pedir a una chica que venga a visitarme a mi habitación. Y, sobre todo, bastante más discreto.

Hoy es un precioso jueves de primavera.
Todos los proyectos encauzados, se presenta un cierre normal de mes, salgo a una hora decente.

- Hasta mañana, P. No te quedes mucho rato.
- Hasta mañana, V. No, sólo quiero revisar las facturas de teléfonos para pasarlas a Contabilidad.

Al llegar a casa, cojo la factura de la compañía de teléfonos de entre el correo. Al revisarla suelto un “Hostías, No, No, No”.
Empiezo a maldecir la política de control de gastos, las tarjetas duales y, sobre todo, lo torpe que puedo llegar a ser cuando de manejar tecnología se trata.
Para ahorrar costes y facilitar el que los directivos que tenemos asignados teléfonos de la compañía no tuviéramos que cargar con dos terminales, decidimos que todos nuestros teléfonos llevaran tarjetas duales. De esas en las que decides, cuando conectas el teléfono, si utilizas el número de la empresa o el tuyo particular. La idea es hacer las llamadas profesionales con el número de empresa y las personales, con el propio. En nuestros domicilios recibimos la factura personal y en la empresa, la corporativa. P se encarga de revisar que los consumos de los directivos están en línea con los promedios y que no hay nada raro y luego envía un resumen a Contabilidad. En la práctica, lo habitual es utilizar el número de empresa entre semana y el propio los fines de semana. Lo que hacia yo era cambiar la conexión antes de hacer las llamadas a los teléfonos eróticos y volver a la situación original cuando finalizaba. Pero en algún momento a inicio de este mes, me equivoqué. No hice el cambio correctamente, o lo hice de más. No se. El caso es que en todo este mes, los periodos de facturación que recogen mi factura personal se corresponden con las horas en las que creía estaba usando el teléfono de empresa. Y me temo que en la factura de la empresa, estarán recogidas mis llamadas personales. Con una facturación muy abultada y un detalle de llamadas sospechoso.

Me paso toda la noche dando vueltas al asunto.
Soy una persona adulta que ha cometido un error tonto, puedo reponer el dinero a la empresa y punto. El dinero no es el problema. La pérdida de reputación, si. Mi entorno de trabajo es bastante conservador. Y estoy seguro que mis superiores no verán con buenos ojos que el director financiero use servicios de teléfonos eróticos. Adiós a mi promoción futura, si no es algo peor.
Estoy seguro que P ya se ha dado cuenta. ¿No había dicho que se quedaba para revisar las facturas de teléfonos? El importe y los números la han tenido que llamar la atención.
¿Qué explicación puedo darle? ¿Y como hacer para que me ayude a arreglar el desaguisado? Lo veo muy complicado, es tan distante.

Llego a la oficina quince minutos antes de lo normal.
P ya está en su sitio y me mira muy seria. Creo que no puedo evitar que se note que estoy preocupado, quizás hasta algo ruborizado.

- P, por favor, cuando puedas ven a mi despacho. Me gustaría comentar una cosa contigo.
- ¿Sobre las facturas de teléfono?

Su voz es gélida. Y ahora si estoy seguro, me he ruborizado

- Ejem, si.
- Voy en cinco minutos
- Gracias

Siempre he pensado que al toro hay que cogerlo por los cuernos, aunque te embista. Así que cuando entra P, le comento directamente.

- Como habrás podido observar, en algún momento a inicios de mes me confundí al pasar del numero corporativo al mío personal. Y he estado así durante todo el mes sin darme cuenta. Como también habrás podido comprobar, utilizo algunos servicios de tarificación adicional
- Teléfonos eróticos – Me interrumpe de un modo seco.
- Si, teléfonos eróticos. Mi situación personal es la que es y de vez en cuando uso de esos servicios para desahogarme. No sé si me comprendes.

La mirada de P es dura. Su gesto no se altera. Yo esperaba algún tipo de reacción, no se, unas risitas, que se escandalizara, algo. Me mira en silencio, impertérrita.

- Bueno, P. El caso es que me gustaría poder arreglar esto con la menor publicidad posible. Está claro que reintegraré el dinero a la empresa, pero no quiero que se haga público.
- ¿Me estas pidiendo que haga algo fuera de las normas con la factura? ¿Qué falsifique datos?
- Mujer, dicho así.
- ¿Cómo lo dirías tú?
- No se, te estoy pidiendo un favor.
- No. Me estás pidiendo que te salve el culo. Que oculte de alguna manera un documento oficial para que nadie en la empresa se entere de a qué números llamas. Si se enteraran tus subordinados, probablemente se reirían un poco de ti y perderías un poco de credibilidad ante ellos, nada que no puedas superar, eres válido para ello. Pero si se enteran en el Consejo, olvídate de ser Director General. Aunque seas válido. Y para ello me pides que yo haga algo irregular.
- P, te compensaré por ello. No sé como, pero lo haré

Por primera vez, el gesto de P ha cambiado ligeramente. Ha esbozado una torva sonrisa, no muy perceptible.

- ¿Ah, si? ¿Y que puedes hacer tu por mi?
- No se, lo que me pidas. Comentar con J que tu subida de sueldo sea mayor, negociar más días de vacaciones, no se, lo que sea.
- Tus propuestas patéticas. Según tú yo me tengo que arriesgar y tú vas a interceder ante J, con el que tengo más trato que tú, sobre mi salario y mis vacaciones.
- No se, P. Pídeme lo que quieras, que si está en mi mano lo haré.
- Cancela los birriosos planes que pudieras tener para este fin de semana. Te voy a enviar un email con indicaciones de como llegar a una cabaña apartada de un conocido mío. Quiero verte en ella mañana a las 10 en punto de la mañana.

P ha salido de mi despacho sin mirara atrás. Me ha dejado con la boca abierta, no me ha dado opción a contestar. Estoy aturdido.

Recibo un correo de P a los 10 minutos. Viene una explicación escueta de cómo llegar a una cabaña ganadera que por lo que veo está perdida en medio del monte. En realidad, pocas las citas que tengo que cancelar.

La noche ha sido un poco más tranquila que la de ayer. Sólo un poco. Por un lado, me da la impresión de que P va a hacer algo por ayudarme. Pero su reacción y lo cortante que ha sido, me descoloca. ¿Qué cojones quiere de mi?

Salgo con tiempo de casa. Hace una mañana espléndida. El viaje es agradable aunque el último tramo es un camino de cabras. Temo que se me desmonte el coche. Eso si, las vistas que empiezo a ver impresionantes.

Por la descripción, esa es la cabaña. Y veo el coche de P aparcado al lado. El entorno es bucólico. Y, por fuera, la cabaña parece una cucada.

Llamo a la puerta y oigo la voz de P que me dice que entre.
Abro la puerta con una sonrisa jovial que se queda helada en mi cara.
P me está esperando de pie en medio de una estancia amplia, con una chimenea en una esquina, una cocina en uno de los lados de la pared y un sillón enfrentado a la chimenea.

¡Vestida con un traje de cuero ceñido!
Se aprecian sus formas redondeadas y, destacando, sus senos, bastante grandes.

Del estupor paso a la incredulidad. Y no a la risa porque la mirada de P es terriblemente dura. Y porque soy plenamente consciente de lo que me ha llevado allí.

- Pasa y cierra la puerta.
- ¿Qué es esto, P?
- ¿Tu quieres que te salve el culo?
- Si.
- Pues te lo vas a tener que ganar
- ¿Cómo?
- Vas a ser mi esclavo sexual este fin de semana.
- No hablarás en serio – Lo digo sin convicción, está claro que sí habla en serio.
- Pues si crees que no hablo en serio, coge la puerta y lárgate.

Me quedo quieto.

- Pero, pero, ¿qué quieres que haga?
- Todo lo que yo te ordene
- ¿Y tu que harás por mi?
- El lunes pasaré a Contabilidad el resumen de las llamadas. Justificaré el incremento de saldo de tu línea diciendo que se corresponde con llamadas al extranjero por el proyecto de internacionalización que tenemos en marcha. Y luego archivaré yo misma la factura, garabatenado encima de los números indicando que llamadas especiales autorizadas por J.
- Eso sería estupendo, P. Pero, ¿qué quieres de mi? ¿qué te folle?

La sonrisa de P vuelve a parecerme malévola.

- Eso es lo único que yo no te voy a pedir. Vas a ser mi esclavo este fin de semana. Y vas a hacer todo lo que yo te ordene. Si no cumples con todo lo que te diga, te castigaré. Y tendrás que cumplir los castigos sin protestar.
- Nunca he hecho nada parecido a esto, P.
- Lo supongo. Y supongo también que va a ser muy interesante. Me da la impresión de que eres más duro de lo que pareces y jugar contigo va a ser muy divertido. Decide si te quedas o te vas. ¡Ya!
La miro incrédulo.
Como todo el mundo con un mínimo de cultura, he oído y leído generalidades sobre BSDM. Pero nunca he practicado nada parecido, ni en broma. Unos cachetitos, un poco de brusquedad y palabras soeces, no creo que cuenten. Y, desde luego, nunca me habría imaginado en la situación de ser quien tiene que obedecer. Me gusta trabajar en equipo. Pero soy consciente de que la responsabilidad va en el sueldo y en la capacidad para asumir decisiones. Dicho en cristiano, al final, mandar. Estoy acostumbrado a ello y me gusta

- Me quedo.
- Desnúdate.
- ¿Qué?

P ha cogido una especie de palmeta para matar moscas y me ha cruzado la cara con ella. Si no la he dado una hostia en todos los morros es porque; es una mujer, su mirada desafiante parece indicarme que es lo que está esperando que haga y, sobre todo, porque soy consciente de que me tiene cogido por los huevos.

- No se cuestiona una orden mía, se cumple y punto. No se me mira a la cara. No se me habla si yo no pregunto. Y siempre que te dirijas a mi, me llamas Ama. ¿Entendido?

Me cuesta contenerme.
Necesito cambiar el chip, ya sé. Esto va a ser como un proyecto, muy corto, de tan sólo dos días de duración. Aunque me temo que se me van a hacer muy largos.
P espera mi respuesta.

- Si, Ama
- ¿Y bien?

Empiezo a quitarme la ropa. No hace frio, pero tampoco calor. No me importa desnudarme delante de extraños, siempre he sido bastante poco pudoroso en ese sentido. Aun y así, se me eriza el pelo, no se si por la temperatura o por la sensación de estar desnudándome delante de una compañera de trabajo, una subordinada en realidad, que me tiene atrapado. Tengo claro que voy a intentar cumplir a rajatabla sus indicaciones. Y si ella no cumple, el lunes le parto los morros. Total, de perdidos al rio.

Después de quitarme el calzoncillo, al ir a ponerme las deportivas …

- ¿Qué haces?
- Calzarme ….. Ama
- ¿Y yo te he dicho que te calces?

Respiro hondo.

- No, Ama
- Ponte a cuatro patas en el suelo con el culo en pompa. Te voy a dar 10 azotes por no hacer exactamente lo que te he ordenado.

Obedezco.
P me golpea en el culo con la especie de palmeta. Sus golpes enérgicos, los da con fuerza. El impacto se nota, aunque el dolor no es excesivo. El hecho de que no emplee un látigo o una fusta mitiga el castigo. La palmeta es plana y la sensación es parecida a recibir azotes dados con la palma de la mano.

Tengo la sensación de que no es la primera vez que lo hace. Sus golpes se centran en mi ano y muslos. Voy notando calor, que asciende por mi ano y llega a mi zona escrotal. Y para mi sorpresa, noto que se me empieza a poner morcillona. Supongo que es una mezcla de nervios, de verme allí desnudo y del calor que entra en mi desde mi trasero.

- Levántate, esclavo. Cada vez que me desobedezcas, el castigo irá en aumento.

Me he levantado y quedado quieto, mirando al suelo. No quiero cruzar mi vista con la suya.

- Vaya, ha habido algún pequeño cambio en tu anatomía. Creo que me lo voy a pasar muy bien, si.

Por un lado cogería la palmeta y se la rompería en la cabeza. Por otro me siento abochornado de que se me haya puesto morcillona. Y su comentario, encima hace que no baje la ‘inflamación’. Nunca pensé que me pasaría algo así. Siento como si hubiera perdido un asalto.

- Coge leña de la leñera que está ahí fuera y enciende la chimenea. Te encargarás de que no se apague hasta que nos vayamos.
- Pero, ¿salgo así, Ama? – Le he preguntado mirándola a la cara. Inmediatamente me doy cuenta de que lo esperaba.
- ¿Cuestionas una orden mía y te atreves a mirarme?
- Lo siento, Ama – le he respondido bajando la cabeza.
- Más lo vas a sentir cuando acabes de encender la chimenea. Venga, ¡muévete!

Salgo desnudo a recoger leña. El entorno es muy solitario, no creo que haya muchas personas alrededor que puedan verme. Tampoco es algo que me preocupe especialmente. Al principio ando con cuidado para no lastimarme los pies. Pero luego veo que no hay de qué preocuparse, la hierba es mullida y todavía está ligeramente húmeda. Cojo la leña mezclando palos gruesos con otros más finos para facilitar el que prenda.

Cargo de leña la chimenea y busco si hay alguna cerilla o mechero cerca. Los encuentro al lado, junto con pastillas para facilitar el encendido. La leña está seca y empieza a arder en seguida. Gradúo el tiro.

- Por lo menos no eres totalmente inútil. Sabes encender una chimenea.
- Gracias, Ama

¿Le he respondido ‘Gracias, Ama?

- Pero eso no va a evitar tu castigo por las dos faltas anteriores, cuestionar una orden mía y mirarme sin mi permiso. Ven aquí.

P se ha sentado en el sofá, apoyando sólo el culo en el mismo. Sus piernas están en ángulo recto, ligeramente separadas.

- Ven aquí, esclavo. Arrodíllate y ponte sobre mi regazo para que pueda darte el castigo que te mereces. No te pongas demasiado cómodo, no quiero soportar todo tu peso. Eso es, apóyate con las manos en el suelo.

Estoy a cuatro patas encima de las piernas de P. Me empuja para que mi culo quede justo encima de sus rodillas y me obliga a bajar un poco la cabeza para volver a tener el culo en pompa. Reparto el peso de mi cuerpo entre mis brazos, sus rodillas y mis pies.

De repente coge mi pene y lo coloca entre sus rodillas, presionándolo un poco con estas. Al sentir el contacto imprevisto, he dado un pequeño respingo aunque no he dicho nada.

- No seas tan sensible, esclavo. Te voy a dar 30 azotes. 20 por volver a cuestionar una orden mía. Es la segunda vez. Y 10 por mirarme sin mi permiso.

Esta vez usa su mano desnuda. Antes de cada azote, acaricia suavemente mi culo. Da los golpes con fuerza y con un ritmo constante. Y en cada impacto oprime ligeramente las rodillas presionando mi polla. Concentra los golpes en la unión de mis piernas con el culo.

Evidentemente, lo que siento no caricias. Aunque tampoco es un gran dolor. Es molesto, por lo menos al principio. Dudo de a quien le acabará doliendo más, si a ella la mano o a mi el culo.

Al cabo de 7 azotes – me ha ordenado que los cuente en voz alta – empiezo a notar el mismo calor que antes que se extiende desde mi culo hacía dentro. Esto, unido a la presión que hace con sus rodillas, hace que mi pene vuelva a ponerse morcillón.

P lo nota y directamente lo coge para reubicarlo mejor entre sus rodillas. Al notar el contacto de su mano el crecimiento se acelera.

- Esclavo, te prohíbo que te corras sin mi permiso.

Pero, ¿qué se ha creído? ¿Qué porque me toque un poco la polla y esta se me empalme me voy a correr?

- 12, 13, 14, 15

P debe estar entrenada. No afloja ni en el ritmo ni en la intensidad de los golpes. El dolor es un poco más intenso que antes. Pero queda mitigado por el placer que siento cada vez que aprieta las piernas en el gesto de golpear. No es lo mismo sentir presión en el pene cuando esta adormilado que cuando está preparado para la acción. Y ahora lo está.

- 28, 29, 30.

Los diez palmetazos más los treinta azotes han acabado escociéndome el culo. Pero reconozco que, en conjunto, no ha sido una sensación desagradable. Era como estar siendo masturbado por las rodillas de P a cámara lenta.

Su respiración es agitada y está ligeramente sudorosa.

- Esclavo, coge carne de la nevera y prepárame una barbacoa.

Desnudo, con el culo dolorido y empalmado, abro la nevera, miro lo que hay y saco comida para preparar una barbacoa para dos personas. Hay comida de sobra. Salgo fuera para prepararla y al recoger la leña caigo en la chimenea. Mientras se preparan las brasas, recojo más troncos de la leñera y entro a cargar la chimenea.

Estoy desnudo y por un momento me asombro de no haber dado importancia a esto, salvo en el momento en que el fuego de la barbacoa ha cogido más intensidad. Calentaba mucho y ahí mi pene ha acabado de perder toda su turgencia. Supongo que una reacción de supervivencia, al pensar en salchichas a la barbacoa.

- Ama, ¿puedo beber algo?
- ¿Quién te ha dado permiso para hablarme, esclavo?

Jooodeeer ¡¡¡¡¡¡¡

- Cuando quieras hablar conmigo debes ponerte de rodillas delante de mi, con la cabeza mirando al suelo y esperar a que yo te de permiso para hablar. ¿Has entendido, esclavo?
- Si, Ama
- Date la vuelta, agáchate y pon las manos sobre tus rodillas.

Hago lo que me dice y de reojo veo que coge un listón de madera de unos 10 cm de ancho. Voy a acabar con el culo hecho papilla. Me da 10 buenos azotes con el listón. Tengo que reconocer que estos ya si me han dolido, aunque no he protestado y he aguantado estoicamente. Cuando ha acabado, P ha cogido una crema y me la ha aplicado por todo el culo, parte superior de los muslos incluidos. Con el dedo ha introducido un poco de crema en mi ano.

- ¿Has aprendido la lección, esclavo?
- Si, Ama

Así que hago lo que me dijo antes, me pongo de rodillas delante de ella con la cabeza mirando al suelo y espero.

- Habla, esclavo.
- Tengo sed, Ama. ¿Puedo beber algo?

Me pone un tazón grande de desayuno con agua en el suelo. Y yo que creía que las barbacoas se hacían con una cerveza en la mano.

Me pide que le sirva la comida. Cuando ve la cantidad que he puesto …

- Esclavo, ¿te crees que soy un elefante para comerme todo esto?
- Ama, pensaba que yo también iba a comer.
- ¿Y desde cuando un esclavo come lo mismos que su Amo?

En ese momento pienso que como me siga dando palmetazos en el culo mañana no voy a poder conducir de vuelta. Pero el castigo esta vez es diferente.

- Por tu engreimiento, no vas a comer nada hasta la noche.

Bueno, lo resistiré.
Después de comer, mientras P se queda tumbada al sol, a mí me ordena que recoja todo. Y que limpie el suelo. Pero lo tengo que hacer con un cepillo de escoba que no tiene palo y de rodillas. Y que cuando acabe, me quede de pie, con las piernas abiertas y el cuerpo inclinado hacia delante, sacando el culo. No es una postura cómoda. Sin embargo lo llevo bastante bien, estoy acostumbrado a esfuerzos físicos.

- Voy a salir a dar un paseo, esclavo. Ponte estas esposas.

Me ha dejado esposado a la viga que sostiene la estructura de toda la cabaña. Puedo cambiar de postura, incorporarme y, si no me doliera tanto el culo, hasta sentarme en el suelo. No sé cuanto tiempo ha estado fuera. A mi se me ha hecho bastante largo y además empiezo a ver que la carga de la chimenea está empezando a consumirse.

Cuando P regresa, me alegro. No se si me dará mucha conversación, pero supongo que será un poco menos tedioso al tener a alguien más cerca. Además me estoy meando.

- Esclavo, haz tus obligaciones y prepárame una ensalada. El paseo me ha abierto el apetito.
- Si, Ama

Salgo escopetado para recoger leña y cargar la chimenea antes de que se apague. Una vez cargada, salgo fuera y aprovecho para mear en el borde del camino. Supongo que si pasara alguien, se llevaría casi tanto susto como yo al ver a un hombre meando desnudo en medio del monte. Empieza a refrescar bastante y se me eriza la piel. Hago acopio de más leña para dejarla dentro de la cabaña y no tener que salir luego.

Después de que P ha cenado, me pone restos de su comida en un plato que me deja en el suelo. En realidad trozos e carne de la barbacoa y la ensalada que ha destrozado con los cubiertos. Se ve que no quiere que me muera de hambre, aunque tampoco me de facilidades. A pesar de que está todo frío y mezclado, no como, devoro.

Después de cenar se ha puesto un chupito de orujo de hierbas, creo. No estoy seguro. Lo que si sé es que olía bien. Y se ha puesto a leer desde el sofá. A mi me ha usado como apoya pies. Al principio, el calor de la chimenea era agradable, pero al cabo de un rato ha empezado a ser molesto. Afortunadamente, ha decidido ir a la cama pronto.

- Esclavo, vamos a la cama.
- ¿Te sorprendes, esclavo? ¿Qué te creías? ¿Qué no íbamos a dormir?

Dejo cargada la chimenea a tope.
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Coma (Parte III y ultima ).
Posted:Aug 17, 2012 6:45 am
Last Updated:Sep 5, 2012 12:19 am
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- ¿Cómo lo llevas, V?
- Bien, ¿Por qué lo preguntas?
- Estás más delgado.
- Será por la ruptura del sueño. Por las noches le cambio de postura cada hora. Pero me estoy alimentando bien. Lo comida del hospital es de 5 estrellas Michelin – digo con sorna.
- ¿Has apreciado algún cambio en C?

Suspiro

- No.
- ¿Nada de nada?
- No. ¿Tú has visto algo en los electros?
- Si. No te va a gustarnada de lo que te voy a decir. Te conozco y lo sé.
- Pues entonces cuéntamelo rápido.
- No sé que hacer con ella. Desde que te quitamos las pantallas le hemos estado poniendo distintos medicamentos en los sueros, para ver si obteníamos algún resultado. Por eso te llevaba yo personalmente el suero sin etiquetar. Sin resultado. En los momentos en que venían a visitarla sus compañeras y tú no estabas, hicimos intentos de los clásicos. Le produjimos dolor, sin resultados. Sensaciones desagradables, sin resultados. Le pedí que lo hicieran sus compañeras para no someterla a mucho estrés. Nada. Lo hice yo, para someterla a estrés, nada .Lo único que conseguíamos era hacerla sufrir. Desde hace 5 días no le aplico ninguna medicación ni le hemos hecho más pruebas. Sin embargo, ha habido cambios.
- ¿A peor?
- No he dicho eso. Mira los electros

- ¿Sigues con la rutina?
- Si.
- Entonces, tú mismo.

No he podido evitar ruborizarme por lo que implica la interpretación de los electros. En los momentos en que la veo desnuda, y sobre todo en los que la baño, aparecen picos de ondas Delta. R me mira muy serio.

- R, yo no he hecho nada.
- Vamos, V, te conozco demasiado bien y sé que eres incapaz de hacer algo así. Por eso te he dicho que no te iba a gustar nada de lo que te voy a decir. Fóllatela.
- ¿Qué? ¿Estás loco?
- ¡No!. ¡No lo estoy! ¡Lo que estoy es desorientado! A esa chica no le pasa nada y sin embargo no despierta. Es como si hubiera decidido que se moría en el accidente y al no hacerlo, no quiere volver al mundo de los vivos. S me ha dicho que saben muy poco de su vida pasada. Que es de algún país del Caribe de habla hispana, aunque lleva muchos años en España. Era muy reservada sobre su pasado. Igual su vida ha sido una mierda y no quiere vivir.
- No puedo hacerlo.
- ¿Por qué no? Te gustan las mujeres. Y sé que mucho. Ella se excita cuando la ves desnuda, cuando la bañas y cuando la mueves las piernas y los brazos. Es una mujer bonita. Lo he comentado con S
- ¿S?
- Si. Es su compañera morena. Lo he comentado con ella y ven bien que hagamos todo lo que podamos. Tú no vas a poder vivir eternamente con ella. Estoy empezando a tener problemas para ajustar los turnos. Las plazas del hospital escasas y es un lujo tener a un paciente en una habitación doble. Cuanto más tiempo pase su recuperación y adaptación será más complicada.
- Pero ¿y si no quiere?
- ¡Pues que nos ponga una denuncia luego! Pero si se despierta, el caso será igual que la demanda que nos puso aquel testigo de Jehová por haberle hecho una transfusión a su hijo y salvarle la vida. Si quieres lo pongo en el informe para que no recaiga la responsabilidad sobre ti. Estoy seguro que todos tus compañeros te apoyarán. Todo el hospital lo hará. Y los familiares del resto de pacientes que has cuidado, también. Sus compañeras, el contacto personal más cercano que tienen en España, también.
- No puedo, R.
- ¿Quieres que se lo pida a otro enfermero?

Me quedo callado, mirándole.
No, eso no.
R asume mi silencio como una aceptación.

- V, voy a volver a poner los terminales en la habitación para que puedas comprobar tu mismo cuando se excita. No creo que pueda aguantar esta situación irregular más de tres días. Entonces, si no hay cambios significativos en C, volverá a la rutina de la Unidad. Y tú, también. Lo siento

Salgo en silencio de la consulta.
Entro en la habitación y me quedo mirando a C.
Traen las pantallas y yo me encargo de conectarlas.
Parece estar bastante tranquila.

- C, he estado hablando con el doctor.
- Me ha contado que, sin que yo lo supiera, te han hecho pruebas de dolor y sensaciones desagradables.

Sus ondas se agitan un poco, quizás recordando lo padecido.

- Que no sabe que te pasa. Tu cuerpo, tu cerebro, todo, parece estar bien. Que parece como si por algún motivo no quisieras volver al mundo de los vivos. Que quizás tu vida pasada te resulta tan dolorosa que has renunciado a la futura. Queriendo o sin querer

Sus ondas Beta se han agitado más.
¿Será eso?

- También me ha dicho que te excitas cuando te veo desnuda, cuando te ducho, cuando te muevo los brazos y las piernas

Han aparecido ondas Delta.

- Y me ha pedido que, al igual que te aplicaron dolor y sensaciones desagradables, me ha pedido que…
- Que te folle.

La presencia de ondas Delta es mayor.

- Lo siento, C. No puedo hacerlo.
- Sólo pensar por un instante que la interpretación que hacemos de los electros sea errónea, que seas consciente, y que yo pudiera estar teniendo sexo contigo sin que tu quisieras, forzándote sin que puedas defenderte …
- Lo siento. No podría vivir con esa duda.

He puesto música clásica.
No me encuentro con muchas ganas de hablar con C así que me dedico a estar un rato oyendo la música, sólo eso.

- Voy a cambiarte de postura, C.

Quito la sábana que la cubre.
Y me siento mal, porque ya no la veo sólo como una paciente atractiva. Es una mujer joven, con el cuerpo duro a pesar de la inactividad de estos días, hermoso. Está boca arriba y sus pechos se muestran bien formados, concretos. El pelo de su sexo ha crecido sin llegar a ser una mata tupida.
Me he quedado más tiempo del habitual mirando su cuerpo.
Deseándolo.
Sólo pensar que podría estar follándola sin que ella quisiera hace que me ponga malo.
Pero pensar que podría ser un compañero, hace que me sienta peor.
Las ondas Delta de C claramente visibles.

- C, antes de moverte vamos a hacer los ejercicios de movimiento para que no te agarrotes. Te voy a quitar la sonda urinaria para hacerlos más cómodamente. Si hace falta te la pondré luego.

Sigue sonando la música.
He cogido la mano de C para flexionar su brazo. Lo flexiono a la altura del codo, del hombro, lo muevo en círculos. Al hacerlo observo como se mueve su pecho.
Le he tocado el pecho. He puesto mis dedos sobre su pezón. Las ondas de C indican que está excitada. Sin embargo, su pezón no. Sigue blando, no responde a mis dedos.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro.

Le he quitado la sonda urinaria con muchísimo cuidado.
Cojo sus piernas y las flexiono, una a una.
Hacia arriba, sujetándola por el tobillo y la corva. Abriéndola ligeramente.
Al hacerlo, veo su sexo.
Sujetando su pierna con una mano y mi cuerpo, toco su sexo.
Las ondas indican que C sigue excitándose. Pero no aprecio cambios fisiológicos. Sus labios vaginales y su clítoris están relajados.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro.

Le he quitado los electrodos de la cabeza para no dejarme influir por sus ondas. Masajeo su cuero cabelludo, sé por experiencia que es una sensación agradable.

Voy a bañarla.
Pero en vez de utilizar una esponja suave, lo voy a hacer con mis manos, sin nada que se interponga entre su piel y la mía.

- C, el baño de hoy va a ser distinto, más delicado.

Primero masajeo suavemente su mano derecha, entrelazando mis dedos húmedos con los suyos, secos. Después la aclaro con mis manos.
Despacio, no tengo ninguna prisa. Es una curiosa mezcla de deseo y miedo de hacer daño.
Sigo con su antebrazo, brazo y sobaco derechos.
Miro su pecho.
Paso suavemente mis dedos por su pezón. El pezón sigue relajado.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro.

Repito la operación con su mano izquierda. Pero después de aclarar su mano con la mía, no le seco con una toalla. Lamo su mano. Y sigo así por su antebrazo y brazo. Al llegar a su axila, hundo mi cabeza en ella.
Y paso mi mano por su pezón izquierdo.
Se me eriza el cabello. ¿Se está endureciendo? No estoy seguro de si es algo real o sólo mi deseo.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro.

Repito los pasos con su cuello, delicadamente. Primero la mano mojada en la solución con almidón. Luego la mano aclarada y mojada en el agua limpia. Y luego, mi lengua y mis labios para secarla. Lamiendo su cuello, sus orejas.

Sigo desde sus hombros hacia abajo.

Al llegar a sus pechos, los rodeo ascendiendo en espiral hasta llegar a los pezones. Noto claramente con los dedos que están enhiestos. La sensibilidad de mi lengua no deja lugar a dudas.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro y no es suficiente. Puede ser un acto reflejo.

Repito la operación bajando por sus costillas, su ombligo, hasta llegar a sus caderas.

Y me separo e ella.

Después de dejar encendida sólo la luz más lejana, poner una cortina para hacerla más tenue y cambiar el agua, me coloco delante de sus pies.

Los enjabono con mis manos. Y los aclaro, cruzando mis dedos con los dedos de sus pies. Primero uno y luego el otro. Los chupo, despacio, con glotonería. Si tiene cosquillas, quiero que la parezcan las más dulces del mundo.

Separo ligeramente sus piernas para poder repetir la operación en sus pantorrillas y rodillas. Despacio, ascendiendo desde los tobillos. Lamiendo cada centímetro de su piel hasta las rodillas.

Con suavidad, la atraigo un poco hacia el borde la cama.

Y separo más sus piernas.

Llevo mis manos enjabonadas desde la rodilla hasta sus muslos, primero con mis dos manos juntas por la parte superior y exterior de su muslo izquierdo. Y luego, por la parte inferior e interior. Paro justo al llegar a su ingle.

¿Se han tensado sus aductores?

Y ahora lamo.
Despacio. Como si sus muslos fueran un enorme helado de café con leche. Con pasadas largas. Paro al llegar justo a su ingle. Y miro su sexo. No hay duda, tanto sus labios vaginales como su clítoris están hinchados.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro.

La atraigo todavía más hasta el borde de la camilla.

Meto mi mano enjabonada por detrás de sus nalgas y le limpio con mis manos la raja del culo sin llegar a tocar su vagina. Repito la operación 5, 6 veces.

Me arrodillo delante de la camilla y pongo sus piernas sobre mis hombros. Mi cara queda a la altura de su sexo, un poco separado de este.

Las pasadas que hago con mis manos por su sexo delicadas.

- Ahora van las manos enjabonadas, C.

- Ahora van las manos sólo con agua para aclararte.

- Y ahora, te voy a secar.

Noto como sus muslos están tensos, aunque ni los oprime ni los separa de mi cara.
Paso mi lengua por su sexo. Despacio. Está hinchado y húmedo. Me entretengo en ‘secar’ su clítoris. Y acabo soplando suavemente sobre él.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro.

Entonces, de manera lenta pero constante, noto como los muslos de C se separan poco a poco de mis orejas. Tiene que estar suponiéndole un gran esfuerzo. Estoy impresionado. Su movimiento es claro y voluntario.

Me incorporo y me desnudo. Rápidamente.
Pongo a C en su posición original en la camilla aunque esta vez con las piernas abiertas y recogidas. C mantiene la postura sin problemas.

Me pongo sobre ella, sin aplastarla, sujetando mi cuerpo con mis brazos. La punta de mi miembro en la entrada de su vagina, rozándola, llamando a la puerta.

- Lo siento, C. Tengo que estar seguro. Pídemelo.

Sigo acariciando su clítoris con mi glande sin ir más allá.

- Pídemelo, C.

- Pídemelo.

Poco a poco sus labios empiezan a moverse. Y de su boca sale un sonido apagado, extraño al principio y perfectamente audible al final.

- ff.ff.. fo. fffo….ffollame

Tengo la boca seca. Empujo, muy despacio. Con pequeños movimientos hacia adelante y hacia atrás, para lubricar mi pene con sus jugos. Sin apretar, sin hacer daño, dejando que entre cada vez un poquito más. Pendiente de cualquier gesto o reacción que pudiera tener.

Finalmente, estoy por completo dentro de ella.
Su respiración es agitada, con la boca ligeramente abierta.
No se que hacer. Por un lado, es delicioso lo que siento. Pero no es pleno.

- C, necesito que estés conmigo por completo. No sé si seguir. Tengo miedo.

Poco a poco, C abre los ojos.
Pongo mi mano a modo de pantalla para que la tenue luz no la moleste.
Le cuesta centrar la mirada. Por fin lo hace.
Veo por primera vez sus ojos, negros, infinitos.
Empiezo a moverme otra vez muy despacito, sin apartar mi mirada de sus ojos.
C sonríe.
Beso sus labios y me responde torpemente con su lengua

- Estoy seguro, C.
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Coma (Parte II ).
Posted:Aug 15, 2012 11:07 am
Last Updated:Aug 23, 2012 4:25 am
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No sé que hacer ni qué decir.
Toda mi vida profesional tratando a los pacientes con cariño, creyendo que me oían y entendían pero sin estar seguro del todo. Esforzándome por que volvieran y recuperaran su vida. Los pocos que volvían hablaban de sensaciones soñadas, sin tener muy caro que era real y que no
Ayer tuve la premonición de que C me oía. Hoy es certeza. Y me asusta.

- V, ayer estuve, ejem, bueno ... visitando a las compañeras de C. Había quedado en comentarles cualquier novedad que hubiera y decidí contarles lo que habíamos visto en el encefalograma que revisamos por la mañana en persona. Quedé en que si había cualquier cambio las llamaría. Les voy a pedir que vengan hoy por la mañana. Quiero hacer un par de pruebas. Con ellas y contigo. Después decidiremos.

El doctor R es un buen hombre. Se preocupa por sus enfermos. Y también le gusta disfrutar de los placeres de la vida. Eso no es malo, si no haces daño a nadie.

Han llegado a las diez y media.
Comprendo que R haya ido a contarles algo en persona. Y supongo que habrá aprovechado el viaje. C es preciosa. Y sus compañeras también. No recuerdos su nombres, pero si su cara y su figura. Una pelirroja con un culo de ensueño, una rubia alta con cuerpo de modelo y una morena con una cara simpática, ojos castaño claros y formas voluptuosas.

Además de al disco duro para registrar, hemos conectado la salida del electrógrafo directamente a una pantalla para ver los cambios en las ondas de C. Cuando entraba el doctor o cualquier enfermero, predominan las ondas Beta de ansiedad. Cuando oye durante un rato a sus compañeras o a mi, cambian. Se equiparan las Alpha con las Beta, lo que indica que de alguna manera se tranquiliza.

Hacemos la prueba varias veces. No hay duda, el patrón se repite.
Sus compañeras están nerviosas, no saben lo que significa ni que pueden hacer.

Estamos los 5 en la consulta. Es un poco irregular todo esto ya que, técnicamente, sus compañeras no familiares. Pero no voy a ser yo el que diga algo al respecto.
R ha estado pensativo un rato. Yo estoy de pie en una esquina, cavilando también.

- Vamos a ver, lo que parece claro es que C es sensible a los sonidos. Hasta tal punto que reconoce voces que considera amigas. Y también parece que eso afecta a su estado de ánimo.
- ¿Pueden saber si nos entiende con los dibujos de esas pantallas?
- Del funcionamiento del cerebro sabemos mucho menos de lo que nos gustaría. Os voy a resumir lo que conocemos hoy en día. Nuestro cerebro funciona con electricidad. Las neuronas se comunican entre si con pequeños impulsos eléctricos. Esas ondas que veíais la representación de las diferentes frecuencias de las ondas del cerebro de C. Como si fueran distintos canales de la radio. Y lo que sabemos también es qué partes del cerebro se activan en función de qué circunstancias. Al oír, al ver, al querer movernos, cuando estamos adormilados, profundamente dormidos o en coma. También conocemos patrones básicos que indican estados de ánimo, sobre todo los extremos, como estados de ansiedad y de relajación. Cada uno tiene más o menos un tipo de onda o una combinación de ellas. En el caso de C no sabemos si nos entiende. Eso no podemos deducirlo del análisis de las ondas. Lo que si sabemos con certeza es que su cerebro reacciona a los sonidos. Y lo que creemos, es que distingue voces. Las que considera amigas parece que la tranquilizan. Y las que no, la sobresaltan.
- ¿Él es amigo de C? – Pregunta la chica rubia.
- “Él” se llama V, es enfermero, y es el mejor recurso que tenemos para ayudar a C. Cumplo mi palabra.
- ¿C se va a poner bien? – Ahora es la pelirroja
- No lo sabemos.
- Pero ¿ahora ella está bien? – La morena voluptuosa

R me mira. Quiere que hable yo. Se me hace duro.

- No creo que se encuentre bien. No me refiero a que le duela algo. Su cabeza tiene que estar pasándolo muy mal. En vez de un coma normal podría estar padeciendo una especie de síndrome de cautiverio.
- ¿Qué es eso?
- En un coma normal el cerebro se ve afectado. En un síndrome de cautiverio severo, el cerebro funciona correctamente. El problema es que, por algún motivo, las órdenes del cerebro no llegan hasta la medula espinal. Este tipo de pacientes por lo menos conservan la movilidad de los ojos y sus pupilas reaccionan a los estímulos. En el caso de C, la situación parece más grave ya que ni siquiera presenta estas dos últimas características.
- ¿Y por qué decías que lo está pasando mal?
- Cierra los ojos. Imagínate que estás en un ataúd con los ojos vendados, las manos y los pies atados y la boca amordazada. ¿Ya? Ahora imagínate que el ataúd es tu propio cuerpo.

La chica morena y la rubia se han puesto a llorar. La palidez de la pelirroja me hace pensar que le vaya a dar un mareo. Yo tengo el estómago revuelto.
R me mira muy serio.

- ¿Qué hacemos, V?

Suspiro.

- Lo primero intentar aliviarle la angustia. Si no será más complicado eliminar el bloqueo, sea cual sea la causa.
- ¿Y no pueden hacer nada más? – pregunta la pelirroja, que parece la más entera de las tres.
- Antes a pacientes con algunos tipos de coma que no tenían origen metabólico se les intentaba despertar produciéndoles dolor. Los resultados eran malos, muy malos. Después se intento produciendo sensaciones desagradables, como hacer cosquillas en los pies o en las narices. Los resultados tampoco han sido buenos. No hay ninguna terapia que de resultados aceptables.
- ¿Qué hacemos, V? – Me vuelve a preguntar R. Le miro serio.
- No dejarla sola.

R y yo nos miramos serios. Interviene la pelirroja.

- ¿Podemos hacer algo?
- ¿Cuánto tiempo podríais pasar en el hospital con ella? – Pregunta R
- No se. En momentos en que no tuviéramos que trabajar. El problema es que no sabemos cuando nos toca, es bastante imprevisible. – responde mirándome de soslayo - Y todas tenemos nuestros compromisos después del trabajo.
- R, me quedaré yo.
- ¿Estás seguro, V?
- Si. Lo estaba pensando desde que hemos entrado. Necesito que lo planifiquemos bien ya que no sabemos cuanto tiempo puede durar y puede ser bastante duro desde el punto de vista anímico. Y necesitaré también vuestro apoyo – indico dirigiéndome a las tres chicas – en la medida en la que podáis.
- Qué necesitas.
- Una habitación con dos camas para que pueda estar junto a C todo el tiempo que sea posible. Que me eches un cable en los turnos, para intentar aligerarlos. Y si no puedes, ya que alguno de mis compañeros se pondrá de uñas, adecuarlos a las horas en la que alguna de vosotras pueda venir. Haced todo lo que esté en vuestra mano. Esto no os lo pido por C, os lo pido por mí. Avisad a R de cuando creáis que podéis venir con la mayor antelación posible. Ah, y otra cosa. R, eres un cabrón.
- Sabes que lo sé. Y que ambos sabemos que no es cierto.

Organizamos la logística lo más rápido posible. Mientras tanto, se ha quedado una de las chicas, la morena, con C, hablándole. Luego la acompañará R a su casa. No, si al final si que va a ser un poco cabrón.

Me he acercado a mi piso y he recogido ropa, el neceser, algún libro, música y un cd portátil con altavoces.

Y me instalo con C.
En su habitación hemos dejado conectada de manera permanente la pantalla del electrógrafo para que yo pueda ver en todo momento la lectura de sus ondas.
A los pacientes se les deja puesto el aparato sólo durante las primeras semanas, por si hay alguna variación. Cuando vemos que están estabilizados, se lo quitamos y solo les hacemos lecturas una vez a la semana. De este modo evitamos que los electrodos les lastimen demasiado la piel. Y se ahorra en equipos.
Las ondas de C irregulares, reflejan ansiedad.

- Hola otra vez, C. Soy V, el enfermero. las 4 de la tarde. Hoy he venido más tarde porque hemos querido modificar un poco el entorno en el que estás.
- Te voy a contar cual es la situación. Creemos que nos entiendes y que tu cerebro está funcionando perfectamente. Lo que todavía no sabemos es porque, si esto es así, tu cuerpo no responde a las órdenes de tu cerebro.

Diciéndole esto, si esa es la situación real, supongo que C acabará estando mas tranquila ya que comprenderá que estamos avanzando y que la comprendemos. De algún modo no se sentirá tan sola. Y si no lo entiende porque su cerebro no reacciona, no perdemos nada.

- Así que hemos decidido que, para que no estés tan sola, vas a estar siempre acompañada. Casi todo el tiempo estaré yo contigo. Y a ratos, alguna de tus tres amigas.
- Ya sé que no mes vas a dar mucha conversación por ahora, pero no te preocupes. Ya se me ocurrirá algo para que estemos entretenidos.
- Estas en una habitación doble sola. Yo voy a ser una especie de guardián casi permanente. Ahora lo que tienes que hacer es tranquilizarte, ser fuerte y ganar a tu cuerpo. Mientras coloco mis cosas voy a poner un poco de música clásica suave. No sé si te gustará, pero a mi me encanta. Y si no te gusta, cuando puedas hablar me lo dices.

Pongo algunas piezas seleccionadas de música clásica. He intentado que sean relajantes. Por lo menos yo las considero así. Pensaba haber puesto algo de chillout con ruido de agua, cascadas y pájaros, pero quizás eso podría haber desorientado a C. Así que me decante por piezas de clásica.

Las ondas de C indican que poco a poco se va tranquilizando a pesar de los últimos cambios. Al hacer cosas le hablo en voz suave contándole lo que estoy haciendo y por qué.

He distribuido mis cosas en quince minutos. Predominan sus ondas Alpha. Está tranquila mientras le hablo y le cuento lo que hago.

Mantenemos a los pacientes desnudos en la cama cubiertos por una sábana de tejido suave. Instalamos unas gomas que mantienen tensa las sabanas inferiores. Los colchones están hechos de látex. Todo es para evitar la aparición de arrugas en la tela y hacer que su piel descanse sobre una superficie suave y lisa. De otro modo, las horas de inmovilidad que pasan, aunque les cambiamos de postura cada mediar hora, acabarían por producirles llagas en la piel. Y eso supondría un problema adicional para su curación.

- Bueno, C. Voy a cambiarte de postura para que estés más cómoda.

Retiro la sábana que la cubre y no puedo evitar quedarme un momento observando su cuerpo. Tiene unos pechos turgentes, vientre plano y firme. Piernas musculosas y su sexo empieza a mostrar pelo, aunque todavía es bastante corto. Supongo que cuando tuvo el accidente estaba depilada.

Me fijo en el monitor del electro y observo que sus ondas han cambiado, Han vuelto a parecer las ondas Beta, está angustiada.
- Eh, eh, estate tranquila, C. No pasa nada. Soy yo, V. Simplemente voy a cambiarte de posición y antes de hacerlo retiro la sábana para que no se enrede con tu cuerpo, no se creen arrugas y no te molesten. Mira, ahora voy a poner debajo de tu espalda un cojín alargado para que tu cuerpo descanse un poco sobre su lado izquierdo. ¿Ves? ¡Ya está! Y ahora otra vez tapada.
- Dentro de media hora repetiré la operación, te quitaré el cojín para que vuelvas a estar boca arriba. Y media hora después, te giraré para que te apoyes sobre tu costado derecho. Boca abajo no podemos ponerte. Tienes una pequeña sonda en la nariz para enriquecer con oxigeno el aire que respiras. Estás respirando tu sola, pero con una frecuencia muy baja así que controlamos la cantidad de oxigeno de tu sangre e incrementamos la del aire que respiras en función de esa medida.
- Normalmente, la operación que acabo de hacer te la habría hecho una enfermera. Pero como soy tu guardián honorario, te vas a tener que conformar conmigo. ¡Soy mucho más feo que las enfermeras, te lo aseguro!
- ¿Te apetece que te lea un rato? Mira, he traído un libro que me gusta mucho. Igual tu los has leído ya o te parece un tostón. En ese caso, lo que te dije antes de la música. Cuando puedas hablar, me lo dices.
- Es ‘Platero y yo’

Empiezo a leerle ‘Platero y yo’ a C. Me entretengo en las descripciones que hace y se las comento a C. Intento inspirarle el deseo de hacer cosas.

- ¿Te imaginas? ¿Poder tocar a un burro fuerte y dócil como un perrito? Acariciarle, que te golpee suavemente en el hombro con la cabeza ….

- Se bebe las estrellas en el cubo de agua. Buff, casi puedo verlo, una noche de cielo limpio, calurosa. Con todo el firmamento reflejado en un cubo de agua fresca….

Y así sigo contándole algunos pasajes. Obviamente, no hago ninguna referencia a los pasajes tristes. Quiero inducirla el deseo de hacer, sentir cosas. Sin ningún sentimiento triste.

Cada media hora cuando la he girado, las ondas Beta de C se han incrementado. Aunque es cierto que cada vez menos. Parece que se está acostumbrando a que la vea desnuda.

- Bueno, C. Ahora te toca el baño.

Aparecen las dichosas ondas Beta aunque no de una forma exagerada.

- Escúchame claramente, porque te voy a contar lo que voy a hacer.
- Tú no puedes bañarte. Hay zonas de tu piel que están casi en contacto permanente con tejidos sin que tú puedas moverte. Y, al no haber movimiento ni roce, la capa exterior de la piel no se desprende bien. Para evitar que se te formen escamas que podrían originar algún problema epitelial, te voy a lavar el cuerpo con una esponja.
- Mira, usamos dos recipientes con agua a 32 grados y una esponja de tejido natural.
- No usamos jabón. En su lugar, ponemos un poco de almidón en el agua. Ya veras, te vas a sentir muy relajada y muy a gusto luego. El segundo recipiente es para aclararte la piel y que no quede ningún resto de nada.
- ¿Preparada? Vamos allá.

Le quito totalmente la sábana superior. La presencia de ondas Beta es notoria, pero no tan exagerada como las primeras veces que la he destapado. Quizás se esté acostumbrando.

- Chhist, relájate y disfruta de lo que sientas.

Empiezo por los brazos y actúo tal y como le he contado.
Humedezco la esponja en el agua con almidón y escurriéndola muy poco la voy pasando despacio por su brazo. Después aclaro la esponja en el otro recipiente para volver a pasarla por donde acabo de hacerlo. No hay problema con los colchones de látex. Luego la cambiaré de cama y de sábanas.

- Bueno, ya están los dos brazos.
- Ahora empezaremos con tu torso.

Limpio su torso empleando el mismo procedimiento, pasadas cortas con la esponja empapada en la solución de almidón y aclarado posterior. Dejo sus pechos para el final. Sus ondas Beta se han incrementado y eso me produce un poco de angustia a mí también. Las pasadas en el pecho rápidas, no quiero que piense que me estoy aprovechando de ella.

- Bueno, C. Estate tranquila. Ya hemos acabado con tus pechos. Y he visto los de muchas mujeres, los tuyos unos más. Bueno, de los más bonitos, eso si.

¿Por qué he dicho esto último? Sobraba aunque fuera verdad.

- Te voy a incorporar un poco para poder limpiarte la espalda.

Para hacerlo cómodamente, la incorporo abrazándola con mi brazo izquierdo. Mi mano sujeta su cabeza contra mi.

- Bueno, ahora te dejo caer despacito y vamos con las piernas. El baño es completo.

¡Mierda!
Otra vez más ondas Beta.

- Estate tranquila, C. Solo voy a limpiarte para que estés más cómoda.

Repito la operación de los brazos con las piernas empezando desde los pies. Y levantando cada pierna. Tengo cuidado de no mover la sonda que lleva. Sus ondas Beta están casi al mismo nivel que la primera vez que la cambié de posición.

- Bueno, C. Como creo que no te esta gustando esta experiencia y te estas poniendo nerviosa, no voy a pasar la esponja por tu sexo. Pero mañana si tendré que hacerlo, vete concienciando.

Cuando he acabado de cambiarla de cama y sábana, R toca en la puerta de la habitación. Veo que está junto a él una de las compañeras de C.

- Bueno, C.
- Ha venido a visitarte una de tus compañeras. Así que mientras esté ella aquí, yo voy a salir un momentito. ¿De acuerdo?
- Vuelvo enseguida.

Saludo a la chica que entra y le indico a R que quiero hablar con él.

- R, hay un pequeño problema.
- ¿Qué pasa?
- Recoge los datos del electro y lo vemos en la consulta.

- Creo que no le gusta que la vea desnuda, que hace que se siente incómoda. Fíjate en las ondas Beta. Cada vez que le quitaba la sábana aparecían ondas Beta. Y estos picos recientes coinciden con el momento del baño, cuando me acercaba a sus pechos y a su vagina. Creo que tendría que apoyarme alguna enfermera.
- Imposible. Con los ajustes que he hecho para cubrirte no tienen tiempo de pasar por esa habitación.
- Pues que la bañe por lo menos alguna de sus amigas.
- ¿Y si no pueden venir en 5 días? Además, ¿qué has hecho al cambiarla de postura?
- Nada, avisarle de que iba a cambiarla para que no le salieran llagas.
- V, ¿no te das cuenta? ¡Es fantástico!
- ¿Es fantástico que no le guste que la vea desnuda?
- Pero, ¿tu le has avisado de que ibas a verla desnuda?
- Pues no lo sé, no me acuerdo, supongo que no.
- ¿Y no ves lo que implica? C es consciente de que está desnuda en la cama cubierta con una sábana. Y ha sido consciente de que le has quitado la sábana y estaba desnuda delante de un hombre que, aunque le inspire confianza, es un extraño. ¡C siente su piel! ¡Hay más conexión neuronal y nerviosa de lo que creíamos!

Me quedo pensativo.

- Es una buena noticia pero yo sigo sintiéndome incómodo por ella.
- Pues no hay alternativas.
- Ya.
- Hagamos una cosa. Quitaremos el monitor de la habitación para que no veas las ondas. Yo las analizaré todos los días y si veo algo raro, te aviso. Supongo que así te sentirás más cómodo, ya sabes, ojos que no ven … De todos modos, fíjate, las ondas Beta han estado mucho más marcadas la primera vez que la has visto que la última. Y en el baño apenas han llegado al pico inicial. Supongo que nota que no es una acción agresiva hacía ella, que la estás cuidando y que es cariñoso.

Llevo once días cuidando de C. Leyéndole pasajes de libros que me gustan. Pidiendo que suban flores con aroma y acercándoselas a su nariz. Diciéndole que cuando quiera, le invito a comer cocido madrileño en un coqueto y escondido restaurante que conozco en Chamartín. Planeando llevarla a hacer las rutas turísticas que aparecen en las páginas de los periódicos. Diciéndole lo que me transmiten las piezas de música que oímos juntos. Proponiéndole irnos juntos de vacaciones a una calita que conozco en la Costa Brava. O hacer juntos el camino de Santiago, desde Munich, si se ve con fuerzas.

Y cambiándola de postura.

Y bañándola con cariño y delicadeza.

R quiere verme en la consulta.
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Coma (Parte I ).
Posted:Aug 14, 2012 2:51 pm
Last Updated:Aug 23, 2012 4:24 am
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Mi trabajo en el hospital es agridulce.

Volcar todo mi cariño en los pacientes que tengo asignados me vacía a la vez que me llena. Quizás por la experiencia familiar que tuve en mi niñez. Ver a alguien a quien quieres dormido día si y día también, sin saber si despertará alguna vez es duro. Muy duro. Cada vez más delgado. Hasta que al final, llegas un día y ya no está en la sala.

Sé que alguno de mis compañeros me considera un bicho raro. Hablo a mis pacientes con dulzura, con cariño. Muchos de ellos también lo hacen. Pero lo hacen de manera mecánica. Les comprendo, no es que vean a los pacientes como sacos de carne (quizás alguno sí lo haga), si no que no quieren sentir afecto por alguien que posiblemente no va a despertar nunca.

También sé que me llaman el amante de los enfermos. En el sentido puro de la palabra amante, ‘el que ama’. Al principio, alguno de mis compañeros me tenía envidia. Básicamente porque los familiares siempre me pedían a mi que fuera el que cuidara a la persona que dejaban en planta, al que preguntaban, además de al médico, si había alguna mejora.

Mi vida gira entre días tristes, cuando fallece algún paciente (el doctor R ya me conoce y me receta directamente los ansiolíticos sin preguntarme). Días alegres cuando alguno despierta y me abandona. Estos pocos. Y días negros, oscuros, cuando se incorpora algún paciente nuevo.

Soy enfermero en la Unidad de Cuidado de Pacientes con Daño Cerebral de un gran hospital de la capital de España.

Hoy es un día negro. Muy negro.

Acaba de ingresar en planta una chica joven. Es mulata. Según su documentación, tiene 25 años. Y su nombre es C.

Ha sido un accidente de tráfico. Ya nos enteramos cuando ingreso en la UVI. Un pequeño traumatismo craneoencefálico. En principio, aunque lo suficientemente grave como para explicar su perdida de conocimiento y mantenerla bajo vigilancia, no tanto como para suponer que pondría en peligro su vida. Y desde luego, no justifica el que pasadas dos semanas siga sin despertar. Además de tenerla monitorizada con electroencefalógrafo constantemente, le han hecho pruebas de todo tipo; sustancias psicotrópicas, pruebas hepáticas, renales, hormonales. Está limpia. Y todas las pruebas están dentro de parámetros normales. Los doctores no consiguen dar con el diagnóstico. La vida real no es como las series de televisión.

Sólo se interesaron por ella 3 compañeras de trabajo. Todas jóvenes y guapas, como ella. No parece que tenga a su familia en España.

Después de la reunión de la mañana, el doctor R me ha pedido que vaya a su despacho.

- Pasa, V.
- Hola. ¿Qué querías comentarme?
- Ven, mira esto.

Y me muestra las gráficas detalladas de un encefalograma. Ha recogido la actividad cerebral durante varias horas. No soy médico, pero llevo tanto tiempo viéndolos y tan interesado en la evolución de los enfermos que soy capaz de interpretarlos casi tan bien como los doctores. Y el doctor R, que también se preocupa mucho por los pacientes, suele comentarlos conmigo. Dice que al estar yo más tiempo con los pacientes que él, le aporto una visión más cercana a la posible evolución de los mismos. Si veo que tienen movimientos involuntarios, si reaccionan al frío, al calor , a la luz, al sonido. Alguna vez nos hemos llevado sorpresas agradables por esto. Siempre escasas.

- ¿De quien es?
- ¿Tú que dirías?
- No lo sé. Es raro
- ¿Qué le ves de raro?
- ¿Es de un paciente de la sala?
- Si
- No lo parece.
- ¿Por qué?
- Hay recogidas varias horas. Las Delta aparecen en pequeños intervalos regulares, como si se durmiera. Un paciente en coma tiene mayor predominancia de este tipo de ondas. Sin embargo, aquí parecen en pequeños intervalos, como si estuviera dormido a ratos. Además van precedidas de predominancia de ondas Teta, lo que ratificaría que efectivamente es un proceso de sueño. Y en el resto hay predominancia de ondas Beta sobre las Alpha, como si el paciente estuviera estresado todo el tiempo que está despierto.
- Cuando me quiera ir de vacaciones ya sé a quien voy a pedir que pongan en mi puesto. Por lo menos para interpretar los encefalogramas. de la chica que ha ingresado hoy en la Unidad. Como sabes de la charla de esta mañana, todos los análisis han sido negativos. El edema periorbital no fue muy grande, los análisis hormonales, de hipófisis, suprarrenales y demás todos correctos. TAC y escaner no muestran ningún tipo de lesión. La única explicación que nos queda es que tuviera algún tipo de problema neuronal previo, quizás algún ataque epiléptico leve de niña o vete tú a saber qué. Pero como no tenemos historial médico suyo, no podemos confirmarlo. Está sola en España. Sólo han venido a visitarla tres compañeras. Les pedí que me dieran algún tipo de referencia sobre ella, enfermedades, lo que fuera. Me costó mucho sacarlas una información que no me ha servido de nada. Las cuatro trabajan en un centro de masajes eróticos.
- ¿Prostitutas?
- No, me dejaron muy claro que no practican sexo con sus clientes. Lo que hacen es dar masajes de relajación acabando con técnicas masturbatorias orientales. Usan manos, pies, aceites. Pajillas de diseño, vamos. Y las tres, bueno, las cuatro, bellezones.

Supongo que como R ya sabe lo que me preocupo por los enfermos, al ver mi cara corta en seco este tipo de comentarios.

- El caso es que tampoco hay ninguna enfermedad venérea ni nada que pudiera explicar la situación.
- Es como si su cerebro estuviera consciente pero su cuerpo no le responde.
- Si tuviera que dar mi impresión sería esa misma.
- ¿Por eso querías verme?
- Si. Sé como tratas a los pacientes. Y, aunque sé que siempre das el máximo, quiero que con esta chica en concreto te multipliques. Además, prometí a sus compañeras que pondría los mejores medios de los que dispusiera para cuidarla. Fue lo que me pidieron por decirme donde trabajan y todo lo que saben de ella. Se ve que la aprecian.

Concretamos un ajuste en los turnos a partir de mañana con el objetivo de que, aunque todos los enfermeros atendemos a los pacientes, yo haga siempre algún servicio con ella.

Paso la noche preocupado pensando en como puedo interactuar con C.

- Buenos días, C. Es de día, las 8 de la mañana. Te lo digo para que seas consciente del tiempo que pasa.
- Me llamo V y soy uno de los enfermeros que te va a cuidar hasta que te restablezcas.
- Por si no te acuerdas, tuviste un accidente de tráfico. Estoy seguro de que fue un susto muy grande. Te llevaste un golpe fuerte en la cabeza. Perdiste el conocimiento. Te trasladaron al hospital. Has estado unos cuantos días en la unidad de vigilancia intensiva. Tu recuperación, desde el punto de vista de tu metabolismo, es correcta. No tienes nada roto, el hematoma de la cabeza se ha reabsorbido. Parece que todo en tu cuerpo es correcto. De todos modos, tu ya sabes que hay algo que no está yendo bien. Nos oyes, nos entiendes, pero tu cuerpo no responde a tu cerebro. Los médicos no saben por qué. Te aseguro que están trabajando para dar con la solución. Tienes que estar tranquila. No se aprecia ninguna lesión ni en tu cerebro, ni bulbo raquídeo, ni columna, ni nada. Pero no te voy a engañar. No sabemos lo que te pasa ni el tiempo que nos llevará dar con la solución. De todos modos, lo que tienes que hacer es intentar estar lo más tranquila posible. Volveré a visitarte dentro de un rato.

Todo esto se lo he dicho con voz suave y tranquila, despacio. Con una sonrisa en los labios y otra en el alma. La de los labios porque sé que cuando haces el gesto de sonreír, aunque no lo quieras, tu voz suena más agradable. Y la del alma, porque me ha salido.
Saludo a su compañero de habitación.

- Hola, Don J. Alégrese, que el Valencia ha pasado a octavos. Por lo que he oído, hicieron un partidazo. Aunque ya sabe que yo le puedo contar poco, que el futbol no es lo mío. Si puedo, me paso luego y le leo la crónica del Marca.

….

- Hola otra vez, C. Soy V otra vez. Espero que te acuerdes de mi. Soy el enfermero que te ha contado antes porque estas aquí y lo que te pasa.
- las once y media de la mañana. Ahora sólo vengo a revisar que tu gotero está en condiciones y los cables que conectan tu cabeza con el electrógrafo también.
- Estate tranquila. Voy a tocarte el brazo para moverlo un poco. Tienes dos vías puestas en él. Como tú no puedes moverte todavía, los enfermeros y enfermeras tenemos que moverte de vez en cuando para que no se te hagan llagas en la piel. Sé que es muy incomodo estar siempre en la misma postura.

Sigo con el tono de voz amistoso, cariñoso. He movido un poco su brazo y he acariciado su mano. Se la mantengo sujeta con la mía.

- Igual te estás preguntando qué como sé que es incómodo.
- Un fin de semana largo, con fiesta el jueves y puente el viernes, aproveché para coger dos días de vacaciones y ajustar turnos con compañeros. Y pedimos permiso al hospital para ocupar esos días una cama de las que tenéis asignadas. Simulé que estaba como los pacientes de esta sala, sin poder moverme. Otro enfermero actuó conmigo siguiendo las mismas pautas que teníamos establecidas. La verdad es que fue bastante incómodo. Pero al final, sacamos cosas positivas. A partir de mis sensaciones el hospital decidió cambiar el tejido de las sábanas y la posición de los elásticos para que no se hagan arrugas.
- Así que, aunque no lo he padecido tanto como tú, me hago una idea.
- Voy a leerle la crónica del Marca a Don J

Oprimo suavemente su mano como señal de despedida. Y le leo a Don J la crónica del Marca.

- Bueno, C. las cuatro y cuarto. Yo hace rato que he acabado mi turno. Pero antes de irme, quería pasar a despedirme de ti.
- Por si estas desorientada, te comento. Te he visitado a primera hora, a las 8. Y el programa de visitas que tengo establecido contigo es cada tres horas y media. Es decir, a las 8, once y media y a las tres, antes de acabar.
- Todos los días voy a seguir esta pauta. La visita de las once y media podrá ser un poco más larga. No es porque tenga nada que hacer de especial, estate tranquila. Es porque coincide con la hora del café. Lo que haré es, al igual que hoy, tomarlo rápido para poder estar un ratito más contigo. ¿Te parece bien?
- Y la visita de ahora es de regalo, por ser una chica tan guapa y tan valiente.
- Ahora, tienes que tener fuerza y paciencia. Todo va a salir bien. Hasta mañana, C.
- ¡Hasta mañana, Don J!

Supongo que mis compañeros me llaman el amante de los enfermos por estos diálogos que mantengo con ellos. Les hablo como si estuvieran despiertos mientras reviso sus vías, goteros, colocación de electrodos los que lo tienen … Ninguno sabemos si efectivamente lo están o no. En el caso de C, el doctor cree que si. No sé porque, yo lo sé, lo presiento.

Me despido de C tocándole otra vez la mano.

Al día siguiente el doctor me aborda según llego al hospital

- V, ven, pasa a la consulta.
- ¿No ha acabado tu turno ya, R?
- Si, pero quiero que veas algo. Es sobre C.

Vuelve a mostrarme un encefalograma.

- Fíjate.
- Hay cambios.
- Si. Espera que pongo unas pautas con las horas. ¿Qué me dices?

Miro al doctor con incredulidad.

- ¿No hay posibilidad de error?
- Venga V. Eres tu, sin duda. Analiza.
- Bien. Se sigue viendo la predominancia de las ondas Beta sobre las Alpha en los momentos de vigilia, al igual que en el electro que me enseñaste ayer. Eso supone que en esos momentos estaría estresada o sufriendo angustia. Sin embargo, en el intervalo de las 8 de la mañana
- ¡Qué coño en el intervalo! A partir de las 8 de la mañana. ¿A que hora entraste en su habitación?
- A las 8, como habíamos establecido en el turno. Bien, a las 8 de la mañana se empieza a ver un cambio en las ondas perdiendo predominancia las Beta y aumentando la presencia de las Alpha.
- Lo que significa que se está tranquilizando.
- Si, por lo que se sabe sería la suposición más razonable.
- Venga, V. ¿Qué más ves?
- A partir de las ocho y cuarto se vuelve al patrón inicial. A las en punto y a las media, el patrón parece más preocupante, las ondas Beta más acusadas, como si algo la asustara todavía más.
- Coincide con la visita del resto de enfermeros. La asustan. Y da lo mismo que sean hombres o mujeres. Ese pico que hay ahí es la visita de la doctora MJ.
- ¿Los demás enfermeros la asustan y yo no?
- Joder, tío. Mira la gráfica de las once y media. Y la de las tres. Y ahora responde, ¿pasaste a despedirte a las cuatro y cuarto?
- Si.
- Bueno, ‘amante de los enfermos’. Has encontrado a tu media naranja.
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UNIVERSITARIA (PARTE IV y última). HISTORIAS DE LA CABAÑA.
Posted:Jul 24, 2012 11:38 am
Last Updated:Oct 17, 2012 8:50 am
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No soy superman y, por regla general, cuando eyaculo por la noche me resulta fácil conciliar el sueño.

Esta noche ha sido diferente. Vueltas y más vueltas en la cama sin poder pegar ojo.

Cunado he metido el pan en la cabaña, L ha bajado. Llevaba puesto el mismo pijama que ayer y una chaqueta por encima. Tampoco tiene muy buen aspecto. Y, de alguna manera, me da la sensación de que esquiva mi mirada.

No estoy tranquilo, siento que tengo que hablarle de lo de ayer. Por algún motivo creo que L puede estar preocupada por ver que me empalmé y haber oído como me masturbaba.

- L, con respecto a ayer por la noche.

Me mira atenta sin decir nada. Soy incapaz de interpretar su gesto.

- Eres una mujer encantadora. Me pareces una de las chicas más atractivas que he visto. Y, cuando te quite las garrapatas, la situación se me hizo muy excitante. Supongo que te resulto evidente. Ayer por la noche no pude evitar masturbarme pensando en ti. Supongo que me oirías, aquí no se filtra ningún sonido. Te estoy contando esto porque quiero ser sincero contigo. Y que estés tranquila. El hecho de que me gustes es algo que no podemos evitar ni tu ni yo. Pero te aseguro una cosa, no va a pasar nada entre tú y yo.

¿Gesto de extrañeza?

- Mira, me pareces preciosa y mentiría si te dijera que no me gustaría que pasara algo. Pero eres mi alumna. Y si pasara algo, yo no podría ser justo en tus calificaciones. No podría suspenderte en caso de que no llegarás al mínimo. Así que estate tranquila, mientras sea profesor tuyo, no te tocaré.

L se ha quedado pensativa sin decir nada.
Durante el desayuno sigue con la misma actitud. Sin embargo hay algo en su mirada que me desconcierta.

- Venga, señorita, cámbiese para recibir las clases.

La veo bajar por las escaleras.
El mismo pantalón que ayer y la misma camisa.
Aunque nada mes verla, me empalmo. Lleva la camisa totalmente desabotonada y anudada a la altura de su ombligo. La mirada y sonrisa que me echa me hace temblar.
¡Ah! Y sí de puñado. Acabadas en punta.
Acepto el reto.
Estoy empalmado y no hago nada por disimularlo. Sin embargo, le reprendo porque no ha bajado los apuntes. Sonríe pícaramente, asiente con la cabeza y sube a por ellos.

La clase de hoy ha sido menos productiva. Afortunadamente ayer avanzamos mucho.
Pero no tengo claro que la haya explicado todo correctamente. La visión de su escote y sus pechos casi al completo han hecho que estuviera palote todo el rato.

L no hace ninguna intención de cubrirlos si quedan a la vista. Me está provocando claramente y jugando conmigo, con mi fuerza de voluntad. Yo tampoco hago ningún esfuerzo por disimular mi erección.

Antes de comer nos ponemos a trabajar en el muro.
L me dice que espere un poco, que va a arreglarse la ropa.
Inocente de mi, pienso que ya no quiere seguir jugando y que se va a poner un sujetador y atarse la camisa. Pues no.
Sale con la camisa igual, anudada a la cintura. El cambio está en el pantalón.
Con unas tijeras, ha cortado las perneras convirtiéndolos en unos mini minishorts.
Y se acerca hacia mí con andares sensuales.

- ¿Empezamos con las piedras del muro?
- Creo que te has olvidado de algo, L
- ¿Si? ¿De qué?
- Espera.

Salgo de la cabaña con el insecticida. En realidad es una loción corporal con una esencia que además de aromatizar ahuyenta a los insectos.

- Si dejas tanta piel al aire, te van a acribillar los bichos.

Y sin decirle nada, me arrodillo, extiendo la loción por mis manos y empiezo a esparcirla suavemente desde sus tobillos hacía arriba. Despacio, masajeando bien sus pantorrillas. Cada muslo lo rodeo con las dos manos y voy subiendo poco a poco. Primero empiezo con el izquierdo y luego paso al derecho, Subo la misma distancia en cada muslo. Cuando llego a la zona donde ayer tuvo la garrapata, le doy un beso. Llego hasta el borde del pantalón.
Y me incorporo.
L tiene los ojos brillantes. Le tiembla ligeramente el labio.

- Hay que dar la loción por todas las partes de la piel expuestas.

Después de decírselo, me vuelvo a poner loción en las manos. Y voy bajando desde su cuello por todo el enorme escote que hay a la vista, tocando sus pechos casi hasta el pezón.

- Bueno, ya está. Coge la manguera y riega esas piedras para que el cemento de ayer no se cuartee.

L ha empezado a reírse. Ha cogido la manguera, la ha abierto a tope y el primer sitio al que ha apuntado ha sido mi entrepierna.

- Huy, perdón. Como me habías dicho que regara las piedras.

Me río yo también. Y nos ponemos con el muro. Soy incapaz de apreciar las vistas del valle. Ni de poner una piedra a derechas. Sobre todo, cuando se agacha delante de mí a coger algo, se da la vuelta, me mira la cara embobado y se ríe.

La comida ha sido relativamente tranquila y después de comer hemos dado un largo paseo. Hemos vuelto a ver las vacas de ayer y L se ha cogido a mi cintura. Así, abrazados, hemos seguido paseando.

Al igual que ayer, me he duchado yo primero.
Y después de hacerlo L.

- V
- JaJaJa. Dime
- ¿Puedes subir un momentito?
- Voy

- Dime, que quieres
- Pasa, por favor.

Y ahí está L. con la toalla anudada como ayer, dándome la espalda.

- No me digas que tienes otra garrapata.
- No lo sé. Pero como me dan un poco de asco, he pensado que quizás podrías mirar a ver si tengo alguna y yo no me he dado cuenta.

Y suelta el nudo de la toalla, que cae a sus pies.
Trago saliva. Me acerco a ella y recorro su espalda desde el cuello hacia abajo con la yema de mis dedos y mi cara pegada, con mi nariz casi tocando su piel. Quiero que sienta mi respiración sobre ella.

Desciendo despacio, examinando con detenimiento su piel, aprehendiéndola. Cuando llego a su trasero separo un poco sus cachetes para examinar la raja de su culo. Le separo las piernas y le empujo suavemente para hacer que se incline y poder examinar su sexo desde atrás. Pero no me detengo ahí. Sigo bajando por sus piernas hasta sus tobillos.

Le pido que se de la vuelta.

L lo hace sin rechistar. Su cara está encendida. Cuando no se lo está mordiendo el labio superior le tiembla ligeramente.

Empiezo el examen en sentido inverso, desde los tobillos hacia arriba. Con mi nariz a la altura de su sexo no puedo, ni quiero, evitar aspirar su aroma. Sigo ascendiendo y llego hasta sus pechos. Rozo con mis dedos sus pezones hinchados. Sigo subiendo, le acaricio el cuello, le sujeto la cara entre mis manos. Y la beso suavemente en los labios. L deja escapar un suspiro.

- Lo siento, L. No puedo. Dejaría de ser yo

Salgo del baño pensando que soy el mayor gilipollas, imbécil, tonto del haba, mameluco, mentecato, estúpido, zangoango, bobo, soplapoyas, subnormal, memo, corto, sinsorgo, necio y pan sin sal que ha habido y habrá en el mundo.

L ha tardado en bajar. Cuando lo ha hecho lleva el pijama con la chaqueta encima.
No sé como abordarla. No quiero que se sienta rechazada, nada más lejos de mi intención.

- L, sobre lo de antes arriba, yo…
- Chhist, no hables de eso. Creo que es mejor que cenemos, ¿no te parece?

Lo ha dicho poniendo sus dedos en mis labios. Su cara no es de enfado. Parece tranquila, aunque yo sigo viendo ese brillo en sus ojos.

La cena es extraña para mi. Es L quien lleva la iniciativa de la conversación. Yo me limito a contestar y a pensar que soy gilipollas. Y a intentar adivinar si esta enfadad o no. La verdad, no lo parece.

Comparado con el Sábado, el Domingo es un día muy casto. No ha habido ninguna provocación por parte de L. En el fondo, me habría gustado que siguiera con ese juego. Aunque no tengo claro hasta donde habría podido controlarme. Ella se muestra tranquila, afable. No sé porque sigo viendo esa chispa en sus ojos. Serán imaginaciones mías.

De vez en cuando hay silencios entre nosotros y nos quedamos mirándonos uno a otro sin decir nada. Hasta que algo rompe esos momentos especiales.

Por la noche la acompaño en el coche hasta su casa. Al despedirnos vuelve a producirse uno de esos momentos de miradas intensas. Cuando voy a inclinarme para besarla, L sale precipitadamente del coche. Sigo pensando que soy un gilipollas. Ni siquiera un beso de despedida.

Quince días después. L se reincorporó a clase. Llegaba pronto al aula, al igual que yo. Y volvía a sentarse en la primera fila. Hasta que empezaba la clase, charlábamos. Me contó que la recuperación de su madre era completa y que el brazo le había quedado perfecto. Y que los compañeros de su padre estaban planteándose convertir la empresa en una cooperativa. Algo arriesgado, pero viable. Sigo sin ser capaz de interpretar sus miradas aunque reconozco que me siento a en la gloria cuando me mira así. ¿No se darán cuenta el resto de compañeros?

‘Casualmente’, dos días después de su reincorporación, comenté a todos los alumnos que iba a dar dos sesiones de repaso para aclarara las dudas que pudieran tener.

Mañana tienen el examen de mi asignatura. Es el último. Les pondré diez preguntas, como siempre. Y para los que quieran optar a matrícula, dos preguntas adicionales que sólo se tienen en cuenta si el resto del examen es perfecto. He estado fisgando las notas de L. soberbias. Va camino de primera de promoción con mucha ventaja.

Me ha entregado el examen, ha sido de las últimas. No he podido evitar sentirme excitado cuando, al dármelo, me ha rozado la mano y ha sonreído con ese mohín tan encantador. He dejado su examen al final del montón. Quiero corregirlo el último.

Es perfecto. Ha vuelto a sacar matrícula en mi asignatura. Mañana a las ocho colgaré las notas en la Web de la Escuela.

Mensaje recibido en el móvil de V a las 8:02

“Querido EX profesor ¿necesitas ayuda con el muro este verano?
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UNIVERSITARIA (PARTE III ). HISTORIAS DE LA CABAÑA.
Posted:Jul 23, 2012 2:12 pm
Last Updated:Dec 26, 2013 3:50 am
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Me he levantado pronto, muy pronto, como siempre que estoy aquí.
Salgo a esperar al panadero. Esto de que te traigan pan de leña recién hecho a la puerta de tu casa es calidad de vida. Aunque sólo tengas pan con aceite para desayunar.
No hago ruido y empiezo a preparar parte del trabajo en el muro que quiero terminar hoy.

Qué bien he dormido. Buff, me siento perezosa. Me quedaría otros cinco minutos, pero no me parece bien.
No oigo nada. Pero, ¡si las 9! Hacia mucho tiempo que no dormía tanto.¿Estará dormido V todavía?
He pensado en él como V. Y ayer era Don V.

No está en su habitación.
Y aquí abajo tampoco. Esta ahí fuera, en el muro. Le veo a través del ventanal. Voy a espiarle sin que se dé cuenta, como hizo él ayer conmigo.
La verdad es que, físicamente, es un cuarentón aceptable. Conozco a muchos chicos más jóvenes que no se conservan como él. Y lleva con dignidad la falta de pelo, llevándolo tan cortito. Está con pantalones cortos. ¿No tendrá frío? Tiene unas piernas bien formadas.
L, deja de decirte tonterías y muévete, que tienes que estudiar.


- Buenos días
- Buenos días, L. ¿Has dormido bien?

Está preciosa hasta con el pelo revuelto. Y con ese pijama un poco infantil de franela todavía parece más joven.

- Buffff, demasiado. Hacía mucho que no dormía tan bien.
- Si, hay algo en este sitio que invita a descansar.
- ¿Por qué no me has llamado antes? Levantándome a estas horas voy a aprovechar poco el tiempo de estudio.
- Me pareció que te vendría bien dormir sin límite por lo menos un día. Tranquila, ya recuperarás el tiempo. ¿Desayunamos? Me muero de hambre.
- ¿No has desayunado todavía?
- No. Te estaba esperando. Y tampoco quería hacer mucho ruido dentro para que no te despertaras.

Vaya, si el cascarrabias también puede ser considerado.

Esa sonrisa me va a matar.

- Venga. Ya verás lo que es un desayuno de lujo.
- ¿Caviar?
- No, mejor. Pan de horno de leña con harina de verdad recién hecho. Mermeladas caseras y aceite del bueno.
- Oyéndolo yo también me siento hambrienta.

Desayunamos charlando sobre lo rico que está todo y lo bien que sabe en medio de la naturaleza. Lo bonito que sería vivir en un sitio así. Bueno, en un sitio así que estuviera a las afueras de una gran cuidad con centros comerciales, cines, hospitales, ….

Tengo que hacer esfuerzos para no quedarme embobado mirándola.
Su charla, su sonrisa, su risa, … me resulta muy agradable.

Vaya, es más divertido de lo que parece en clase. Me siento a gusto hablando con él. ¿Será de verdad así y lo de clase una máscara?

- Bueno, señorita. No pretenderá recibir clases de Cálculo en pijama, ¿verdad? Vete a cambiar y a coger los apuntes mientras yo recojo esto.
- Pero lo de la casa era cosa mía.
- No discutas, que ya veo que lo que quieres es no empezar las clases.
- Vaya, se me ha notado.
- ¡Ah!, no te duches ahora. Ha hecho muy buen tiempo este mes y el aljibe no tiene mucha agua. Creo que es mejor que nos duchemos por la tarde, después de trabajar en el muro.
- Vale.

Baja con un pantalón vaquero similar al de ayer pero más desgastado, más viejo. Y una camisa de algodón blanca y tupida. ropas sencillas pero ¿quién ha dicho que la belleza tenga que ser compleja?

Empezamos con el repaso.
Sus dudas razonables e inteligentes. En algunos casos, originadas porque los apuntes que le han pasado no están completos o tienen partes mal transcritas de la pizarra.
Es lista. Coge mis explicaciones al vuelo. Avanzamos rápido.

Han sido dos horas y media intensas. El tiempo se me ha pasado volando. Es una satisfacción personal explicar algo a alguien y ver que lo entiende a la primera. A pesar del sobreesfuerzo que me supone estar concentrado en la explicación y no en sus ojos.

- Bueno, L, creo que te has merecido un descanso. Eres muy inteligente y tus dudas tienen sentido. Creo que en clase repasaré algunos de estos puntos con los alumnos que asistan. Y les recordaré que es importante tomar bien los apuntes.
- ¿No te parece tan mal entonces lo de darme estas clases?

Se me ha pasado el tiempo volando. Si en clase ya pensaba que explicaba bien, tenerlo para mi sola es una pasada. Aunque a ratitos me fijo más en como habla que en lo que dice.

- No, decididamente, no. Venga, vamos a salir un rato fuera para que te dé el aire y te despejes.

Salimos y nos acercamos al muro en el que estoy trabajando.

- ¿Aquí es donde te tengo que ayudar?
- Si.
- ¿Haciendo qué?
- Ayudándome a poner las piedras, el cemento, el relleno. No es un trabajo intelectualmente elevado, pero a mi me relaja. A veces pienso que hago el muro al estilo zen.
- ¿Y eso?
- Me concentro en lo que hago, en donde voy a poner la próxima piedra. No pienso en nada más, y eso me relaja.
- ¿Siempre que haces algo que te gusta te concentras sólo en eso?
- Si. Supongo que tengo facilidad para concentrarme.
- ¿Este trozo es el que has hecho esta mañana?
- Si, este en el que se ve que la masa está fresca.
- ¿Cómo haces la masa?
- Pues con arena, cemento y agua.
- ¿Y no usas una máquina de esas para hacerlo?
- ¿Una hormigonera? Ahí tengo una, pero no, no la uso a no ser que tenga que hacer mucha cantidad.
- ¿Por qué no la usas?
- Oye, que las explicaciones eran de Cálculo. Te vas a responder tu misma.
- ¿Yo?
- Si. ¿Qué hacen las hormigoneras?
- Cemento, masa como has dicho tú.
- ¿Y qué más hacen?
- No se, giran, dan vueltas.
- Si. Y que más. Venga, que vas para Ingeniera.
- Consumen electricidad, desgastan material, giran …
- Y eso provoca …
- Ruido
- Correcto. No la uso para no hacer ruido.
- ¿Para no despertarme a mí?

La sonrisa que ilumina su cara me deja perplejo. No sé, podría contarle una mentira.

- No, no la uso casi nunca.

¿Desilusionada?

- L, ¿qué es lo primero que has oído cuando has salido de la cabaña? Piensa, concéntrate. Cuando has salido esta mañana de la cabaña en pijama, ¿qué has oído?
- No se.
- Venga, puedes hacerlo. Recuerda paso a paso lo que has sentido al salir.

Recuerdo que me fijaba en sus piernas cuando he decidido que tenía que salir.
Y que el aire fresco me ha puesto la piel de gallina al principio.
¡Y las tetas en punta! Ja Ja, no le voy a contar ninguna de estas cosas.
Recuerdo que he rodeado la cabaña con los brazos sobre mi pecho sujetándome el pijama.
Y recuerdo que oía ...


- Pájaros. Oía pájaros
- Exacto. Con la hormigonera funcionando no se oyen

Seguimos charlando un rato.
Sobre como pongo las piedras, con qué hago el relleno, si pesan mucho.

- Bueno, ya has descansado un rato. Yo voy a acabar esto que tengo a medias y preparé una barbacoa. He traído morcillas, chorizo, panceta, chuletas. ¿Hay algo que te guste más que otra cosa?
- No, todo suena muy bien.
- Pues venga, mientras yo acabo esto y preparo la barbacoa tú repasa lo que hemos visto. Si necesitas ayuda me comentas. Y si quieres repasar algo de otras asignaturas y necesitas ayuda, también.

Comemos fuera de la cabaña, a la sombra de unos árboles. Me encanta la comida preparada con brasas de leña. Y a juzgar por lo que ha dejado en el plato, a L también. Un vino tinto joven para comparar con el blanco de ayer.

- Bueno, V, ¿Cuándo empezamos con el muro?
- La verdad es que no me apetece mucho.
- Oye, ese no era el trato.
- Vamos a ver, tú preocúpate de que yo cumpla mi parte con respecto a ti. Si al revés no cumples y yo no te lo reclamo, ese es mi problema,. No el tuyo.
- Vale, vale. ¿Y qué hacemos?
- Una siesta de media hora notando como nos da el sol a través de las hojas de los árboles. Experiencia placentera donde las haya, te lo aseguro.
- Suena bien.

Saco unas tumbonas. Las pongo juntas. Y me quedo dulcemente amodorrado mirándola mientras me hago el dormido.

Me sigue mirando de reojo. Me gusta que lo haga, es como un niño disimulando que está haciendo una travesura.

- ¿Te apetece dar un paseo?
- ¿Y el muro?
- Déjalo, no se va a ir a ninguna parte

- Espera, antes de salir rocíate con un poco de esto.
- ¿Qué es?
- Un ahuyenta insectos naturista, hecho con plantas.
- ¿Lo has hecho tu?
- No, es comprado. Aquí los lobos no me dan problemas pero los bichos que pican, muchos. Será que tengo la sangre muy dulce.
- ¿Hay mosquitos?
- No, mosquitos pocos. Pero teneos una lista muy larga de chupadores de sangre, a saber; corduvias que como moscas grises que pican, tábanos, mas gordos que las anteriores y muerden, duelen bastante, pulgas, garrapatas. Estás ultimas suelen ser muy pequeñas y están en helechos y hierba alta.
- ¿Me estas tomando el pelo?
- No
- ¿Y transmiten enfermedades? ¿ peligrosos?
- Los más peligrosos las víboras de bosque. Pero suelen ser muy pequeñas y llevando deportivas, calcetines y pantalones largos sus colmillos no atraviesan el tejido. Las garrapatas más molestas porque si te enganchan, hay que tener cuidado al quitarlas para que no se quede la cabeza dentro y no se infecte.
- Yo me quedo.
- Venga, no seas tonta, que no hay peligro. Puede ser incómodo pero no peligroso.

El paseo resulta agradable. Hablamos de los árboles, de los nombres de los montes. Admiramos el paisaje y los pequeños detalles.

De repente vemos como un grupo de 4 vacas viene hacia nosotros.

- ¡V!
- Tranquila, no pasa nada. No te pongas nerviosa. Ponte a mi lado y sigue andando tranquila. Las vacas o se asustarán o se irán por el otro lado del camino. Como mucho alguna nos intentará oler. Si le damos un grito se irán.
- ¿Y si nos cornean?
- vacas, no toros de lidia. Mantente tranquila para que no se espanten ni nos consideren una amenaza. No se ve que ninguna tenga cría, que es algo que podría hacer que estuvieran más nerviosas.

Las vacas pasan a nuestro lado tranquilamente. L se ha puesto detrás mio, en el borde de la senda. Se ha agarrado a mi brazo como si fuera una lapa. El contacto me parece delicioso.

Seguimos paseando. L no me suelta el brazo y no voy a ser yo el que lo retire.

- Venga, volvamos a la cabaña. Entre encender la chimenea, ducharnos, cenar y ratito de no lectura se nos va a hacer tarde. ¿Qué tal te lo has pasado?
- Muy bien. Es como estar en una casa de turismo rural sólo que más auténtica.
- Me alegro.

L me pide que me duche primero mientas ella prepara la cena y la deja lista sólo para calentar en el microondas.

Cuando ha pasado un rato desde que L ha salido de la ducha me llama.

- V
- Dime.
- ¿Cómo las garrapatas?
- Suelen ser negras o marrón oscuro, pequeñitas, más o menos como la cabeza de un alfiler. Bueno, eso las que se suelen encontrar por aquí. Su cuerpo es aplastado, tienen 8 patas y la cabeza acaba en punta que es con lo que se enganchan a la piel.

- V
- Diiime.
- ¿Cómo se quitan?
- Hay gente que dice que acercándoles un cigarrillo o algo caliente, que así se sueltan. Otros que echándoles aceite, que se ahogan. Otros con pinzas. Con todos estos sistemas he tenido problemas. Lo mejor es, con las uñas un poco largas, engancharlas con cuidado y tirar despacito sin apastarlas hasta que se sueltan.

- V
- JaJaja ¡Diiiime!
- ¿Puedes subir un momento?

¿Qué? ¿Habrá cogido alguna garrapata y por eso las preguntas?
Habrá sido cuando se ha puesto detrás mio al pasar las vacas.
Toco en la puerta del baño.

- ¿Te pasa algo, L?
- Creo que tengo una garrapata.

La visión que tengo me corta la respiración. L tiene la toalla anudad por debajo del sobaco. Está roja como un tomate. Intento mostrarme tranquilo e indiferente, pero me empiezo a excitar sin poder evitarlo.

- Bueno, pues la quitamos y ya está. Ya verás, no pasa nada. ¿Dónde la tienes?

Creo que no hay tono más rojo que la cara de L.

- Tengo una aquí en el costado izquierdo.
- ¿Cómo que una? ¿Tienes más de una?
- Creo que tres.
- Pues nada, quitamos las tres y ya está. Dime donde tienes la primera.

L hace malabarismos para que no se le suelte la toalla. Sujeta con su sobaco izquierdo el nudo y con la mano de ese brazo la parte inferior de la toalla. Con la mano derecha abre un poco la toalla a la altura de sus costillas. Veo la garrapata, pequeña como todas las que hay aquí. Con cuidado, paciencia y la práctica que da la experiencia, la engancho con las uñas y la suelto. Cojo la lupa que tengo en el baño y la examino.

- ¿Qué haces?
- Comprobar que ha salido toda la cabeza. ¿Quieres verla?
- No me hace mucha ilusión.
- Bien, esta ha salido completa. ¿Dónde tienes la otra?

Antes me confundí. Si que hay un tono más rojo.

L sujeta la parte inferior de la toalla con su mano izquierda. Su mano derecha está sobre sus pechos, sujetando la toalla contra ellos. Con los dedos deshace el nudo. La toalla queda medio caída por su espalda y con su dedo meñique separa un poco la toalla de su seno izquierdo.

La garrapata está enganchada justo debajo de su teta izquierda.

Mi excitación es evidente.
Intento que no me tiemble mucho el pulso cuando la quito. No puedo evitar rozar la base de su seno.

- Bueno, esta también ha salido completa. ¿Dónde esta la otra?

Pienso seriamente en llamar a un cardiólogo. No se si por el color de su cara o por mi corazón.

L se ha girado. Sigue sujetando la toalla por encima de sus pechos con la mano derecha. La izquierda la lleva a su entrepierna, sujeta la toalla y sube su pierna izquierda. Con la cara me señala un pequeño punto en la cara interior de su muslo izquierdo.

Mi excitación es más que evidente.
Me arrodillo. Le pido que la levante un poco más.
¿He encendido la chimenea? Con lo que estoy sudando no me había hecho falta.

Compruebo que ha salido completa. Le indico a L donde hay agua oxigenada, para que se aplique como precaución. Salgo del cuarto de baño ligeramente encorvado intentando tratar de disimular lo empalmado que estoy aunque soy plenamente consciente de que L lo ha notado.

La cena es extraña. Aunque hay cordialidad, se nota que ambos estamos tensos. L se ruboriza de vez en cuando. Y yo me tengo que sentar con algo sobre las piernas. Y si me levanto, parezco el jorobado de Notre Dame.

En la cama no soy capaz de quitarme de la cabeza las imágenes del baño. Y empiezo a masturbarme pensando en L. Después de eyacular me doy cuenta que no estoy sólo en la cabaña. Y que se oyen todos los ruidos. Es curioso, ni respiro, quizás pensando que si no hago ruido ahora se disimulará el sonido de antes.

Sin embargo, al hacer ahora yo tan poco ruido y estar tan atento a L, oigo con más claridad los sonidos que vienen de la habitación de al lado. ¿Eso que he oído ha sido un jadeo?
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UNIVERSITARIA (PARTE II ). HISTORIAS DE LA CABAÑA.
Posted:Jul 22, 2012 11:41 am
Last Updated:Oct 17, 2012 12:14 am
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Reconozco que el resto de semana estoy un poco intranquilo. Por un lado, si alguien de la Escuela se entera, tendría serios problemas. Aunque saliera a la luz la situación de L, sería difícil de explicar. Vale, es mayor de edad y todo eso, una chica responsable y solo vamos a repasar y ella a ayudarme, pero el daño reputacional estaría hecho. Y en cierta medida me molesta que alguien más descubra mi cabaña, es mi lugar mágico. Es absurdo este planteamiento, hay más gente que conoce el paraje, aunque no de mi entorno. Lo que no me preocupa en absoluto es que suponga una ventaja con respecto al resto de alumnos. Ningún otro me lo ha pedido.

Jueves, 17:30
Estación de metro de A…

Ahí está, esperando. Pero, ¿dónde va con bolsas?
Joder, las mujeres siempre igual. Lleva una mochila grande, una nevera, dos bolsas grandes de playa. Ha habido ejércitos que han conquistado países con menos equipamiento.

Ahí está saliendo del coche. Tiene cara de enfadado. Seguro que le parece mal la idea de darme clases. Espero que no se eche para atrás. Aunque sólo sea por no cargar de vuelta con toda la comida a casa.

- Hola. Ven, dame esas bolsas y vamos a meterlas en el coche, a ver si caben.
- Hola.

Y encima pesan. ¿Qué llevará? ¿Piedras?

Si, está enfadado. Mejor no decirle nada si no me pregunta.

Arranco cabreado. Con la situación, con L, con sus bolsas. Y sobre todo conmigo por haber llegado a esto.

- ¿Qué llevas en las bolsas? ¿Piedras?
- No, piedras no. Es que mi madre
- ¡Tu madre¡ ¡Pero que leches tiene que ver tu madre con esto¡ ¡Manda cojones¡

He explotado. Cabreado. Me ha entrado un momento de pánico. Pensaba que el estar los dos solos en mi cabaña era algo que quedaría entre L y yo. Y ahora resulta que lo sabe su madre. Bastante tonto por mi parte el no haber pensado antes que le diría lo que iba a hacer el fin de semana.

L se ha callado, se me ha quedado mirando con ojos de plato y luego se ha puesto a mirar por la ventanilla.

¡Este tío es tonto! Vaya estúpido, se cabrea por nada. ¿Pero quien se ha creído que es?!Gilipoyas¡ ¡Imbécil! No me ha dejado ni hablar.

Pongo la radio para no oír el silencio que se ha hecho en el coche.
Conduzco durante los 45 minutos que se tarda en llegar al desvío que sale de la carretera comarcal. Paro el coche al inicio de la senda forestal que lleva hasta mi cabaña.

- L, … perdona que antes fuera tan, … tan … no sé, brusco, desconsiderado. En el fondo creo que no hago bien dándote las explicaciones particulares y trayéndote conmigo a mi cabaña. Tampoco me gusta la idea de que alguien más la conozca, para mi es un sitio muy especial. No se, pensaba que no sabría nadie más que íbamos a estar tu y yo solos y cuando has mentado a tu madre … no sé, perdona.

¿Me esta pidiendo perdón?
La verdad es que, desde su punto de vista, tiene parte de razón. Si yo dijera que se ha intentado pasar conmigo, sólo con decirlo, podría hundir su carrera. Un modo fácil de sacar una buena nota. Mira que mi madre me ha dicho que si estaba segura de pasar con un hombre mayor y encima profesor mío el fin de semana, que no me fiara. Al final la he convencido. Le he dicho que me inspira confianza, que es una buena persona. Y es cierto.


- Yo quería decir que mi madre ha preparado comida para que tenga más tiempo libre estos días. La nevera y las bolsas están llenas de tuppers con comida. Bueno, no la ha preparado mi madre. Ha sido mi padre el que cocinaba conforme la decía mi madre, así que no se si será muy comestible.

Seré estúpido.

- Lo siento, de verdad. Nos vamos a hartar de comida, porque yo pensaba hacer barbacoas a mediodía.
- No pasa nada, Don V.
- Por favor, quita el Don. Me hace sentirme mayor de lo que soy.
- Vale, V. No se si me voy a acostumbrar.

Inicio la subida.

Vaya camino de cabras. ¿De verdad va a meter el coche por aquí? Y todos estos eucaliptos tan cerrados sobre el camino, parece de noche. Encima conduce muy rápido, como si estuviera en una carrera. Con todas estas curvas y el barranco a la derecha.

Me doy cuenta de que L está rígida como un palo. Y aminoro la marcha.

- Perdona que condujera tan rápido, me conozco el camino y me gusta sentirme un poquito como Carlos Sainz. ¿Mejor así?
- Si, mejor. La verdad es que hasta aquí había, perdón, habías conducido muy tranquilo, pero desde que hemos empezado la cuesta sólo te faltaba el casco.

Vamos dejando el valle abajo. La verdad es que, si no te da vértigo, las vistas espectaculares. Aunque esta no es una carretera para novatas como yo.

Miro de reojo a L. El inicio del camino es poco prometedor. La sorpresa está al final del mismo.

- ¡Hala, qué bonito!. Desde abajo nadie se imaginaría que aquí arriba habría estos prados.
- Si, hay una falsa meseta a media altura del monte. Y esta ocupada por prados y cabañas de ganado. Mira, la mía es esta. Aquí es donde vamos a dormir.
- ¿Aquí?

Su cara es un poema.

- Si, aquí. ¿Por? ¿Algún problema?
- Pues, que sólo tiene tres paredes y no tiene tejado. No he traído saco de dormir.
- Tranquila, es una broma. No es esta. Esta es una de las muchas cabañas de la zona que están derruidas. Ya no sale rentable emplearlas para cuidar ganado y los propietarios simplemente las abandonan. Voy a conducir despacio, vete fijándote a ver si adivinas cual es.

- ¿Esa de ahí? ¿La que parece nueva?
- Esa es.
- Es muy bonita. V, ¿dónde voy a dormir?
- Conmigo

Me mira callada y muy seria. Yo mantengo su mirada. Y al final sonrío.

- Tranquila, hay dos habitaciones separadas en la parte de arriba. Eso si, tendremos que compartir el baño.
- No sabía que fueras tan bromista.
- En clase no lo soy. En clase no soy V, soy Don V, o Harry

Me vuelve a mirar con cara de sorpresa. ¿Qué se creen los alumnos, que los profesores no sabemos los motes que nos ponen?

- Ven, que te enseño la cabaña. Luego sacamos las cosas del coche.

Sigo a V. Por fuera se ve muy bonita, con una explanada y un muro de piedra a medio hacer. O medio derruido, no sé. Las vistas impresionantes. Y la cabaña por dentro es preciosa. La parte de abajo es un espacio sin tabiques, con una cocina que ocupa toda una pared debajo de un ventanal y tiene una chimenea de leña enfrente de la cual hay un sofá grande. Todas las paredes de piedra y se ven las vigas del techo, muy cuidadas. Eso si, se notan pisadas con un poco de barro en el suelo y un poco de polvo. Pensaba que iba a estar mucho más sucio.

- ¿Quieres ver la parte de arriba? Vamos

La parte de arriba es tan bonita como la de abajo, con dos habitaciones y un baño. Se ven todas las maderas del techo por dentro.

- ¿Te gusta?
- Es preciosa. Y las vistas espectaculares.
- Mira, esa habitación es la tuya. Ahora vamos a sacar las cosas del coche.

Sacamos los trastos del coche y entre los dos guardamos la comida. Pido a L que vaya limpiando la parte de abajo mientras yo hago la de arriba. Le preparo su cama, barro, abro ventanas para que se airee un poco. Las tareas de la casa no me gustan, pero sé que no me sentiría cómodo viéndola trajinar estando sentado sin hacer nada.

Cuando llego a la parte de abajo ella ya ha acabado de limpiar todo y fregar el suelo.

- ¡Eh!, no pises ahí que acabo de fregarlo
- ¿Quieres que levite?
- No, venga, sal y lo repaso. Dejamos la puerta abierta para que se seque el suelo. Oye, ¿por qué has limpiado arriba? Ese no era el trato
- No se, por hacer algo.
- La verdad es que no estaba tan sucio. Además, no es muy grande. Apenas hemos tardado cuarenticinco minutos en adecentarla. Bueno, me falta limpiar los cristales
- Olvídate de los cristales, anda. Ven, vamos a ver las vistas mientras se seca el suelo.

Nos quedamos callados viendo las vistas del valle. El sol se oculta detrás de los montes y hace que las cumbres del cerro que hay a nuestra espalda se vean teñidas de rosa. El día es precioso, pero enseguida empezará a refrescar. Y bastante.

- Es precioso. No se oye nada más que algún pájaro.
- Bueno, también oirás algún perro, vacas, cencerros. A veces algún tractor y ruido de motosierras. Lo mismo que en el centro de una ciudad.
- ¿Aquí hay lobos?
- ¿Tienes miedo, Caperucita?

Me mira seria.
Siento un cosquilleo al ver tan de cerca sus ojos castaño claros enmarcados en una preciosa cara. Un poco de viento hace ondear su melena rubia oscura.

¿Por qué me mira así? No sé, me gusta como me mira.

- Depende del número de patas que tenga el lobo.

Y sonríe con un mohín que me parece encantador.

- Ejem, Bueno, alguna vez si que ha habido ataques a ganado. Aunque muy esporádicos. Nunca me he parado a pensar en que pudiera tener problemas con lobos. Creo que me preocuparía más si hubiera perros asilvestrados. Vamos a coger leña para encender la chimenea.
- De acuerdo. Si te parece, yo empiezo a hacer la cena. Bueno, a acabar de preparar lo que me ha dejado mi madre a medias.

Enciendo la chimenea y me siento en el sofá con un libro. Lo mantengo abierto en mis manos, pero apenas lo miro. Según estoy sentado veo perfectamente como se mueve en la cocina preparando la cena. Y me parece atractiva, muy atractiva. Su melena le llega a media espalda. Es alta y delgada, pero no esquelética. Lleva puesto un vaquero que realza las formas de su culo. Vaquero de los de antes, como digo yo. De los que llegan hasta la cintura y parece que acarician su piel según se mueve. Piernas largas que intuyo torneadas. Y sus pechos de puñado exacto. Aunque hoy en día, con los sujetadores de relleno, nunca se sabe.

Me está poniendo nerviosa. Ha cogido el libro para leer y no ha pasado ni una página. Lo único que hace es mirarme de reojo. ¿Por qué me mira tanto? ¿Pensará que no me doy cuenta?

- Bueno, la cena ya está.
- ¡Qué pinta tiene esa ensalada¡ ¿Qué lleva?
- Berros, canónigos, maíz, aguacate, tres tipos de tomates, atún y queso gorgonzola troceado.
- Estoy ensalivando solo de oírlo. ¿Y eso?
- Un pisto
- ¿Eres vegetariana?
- No, pero me gusta mucho la verdura en general. ¿A ti no te gusta?
- También me gusta mucho. Soy omnívoro.

Difícil maridaje. Decido abrir una botella de vino varietal blanco fermentado y envejecido en barrica.

- ¿Te gusta el vino?
- Apenas bebo.
- Eso no es una respuesta. No te he preguntado por cantidad, si no por gusto.
- Bueno, alguno que he probado si, pero, no sé, tampoco entiendo mucho.
- No es una cuestión de entender. Yo no creo que haya vinos mejores ni peores. Los hay que te gustan o no. Prueba este y dime que te parece.

- No sé, sabe raro.
- Es porque es un vino raro.

Y me pongo a soltarle un rollo sobre lo que aprecio en el vino, lo que me gusta de sus matices, aromas, color, retrogusto. Cuando me doy cuenta está mirándome con la boca abierta.

- Perdona el rollo que te he soltado.
- No, ha sido curioso.
- ¿Curioso?
- Si. Era parecido a cuando explicas en clase.
- ¿?
- Cuando algo te gusta, te concentras en ello. Sólo que en clase es, no se, más didáctico, más mecánico. Ahora era más sentido
- No se, si tu lo dices.

Pero, ¿qué he hecho? ¿Me he quedado embobada mirándole? ¿Y le he dicho que en clase me fijo no en qué explica si no en cómo explica? ¿Estoy tonta?

- Venga, vamos a empezar con la ensalada y luego caliento el pisto.

La cena es agradable. Hablamos de la crisis, de la situación de su padre, de que la rehabilitación de su madre esta yendo bien, de lo que le gustaría hacer cuando acabe la carrera.

- L, ha estado todo delicioso.
- Gracias.
- Me has puesto el listón muy alto para mi 50% de aportación a la comida.
- Creo que no va a hacer falta preparar mucha más. Voy a limpiar los platos.
- Anda, déjalo.
- No, es parte del trato.
- Bueno, de acuerdo. ¿Te apetece beber algo?
- No, yo casi no bebo y el vino que he probado ya es mucho para mi.
- Te puedo ofrecer algo con alcohol y sin alcohol. ¿Una infusión?
- Vale, una infusión

Mientras L empieza a limpiar preparo una infusión para cada uno. Acaba pronto, es mañosa. Nos sentamos en el sofá, enfrente de la chimenea.

- Me encanta estar aquí. Siempre me siento con intención de leer y soy incapaz.
- Ya, como antes.

Me quedo cortado. ¿Se ha dado cuenta de que la estaba mirando? ¿Me estoy ruborizando?

Pero ¿qué he vuelto a decir? ¿Por qué no tendré la boca cerrada? Me estoy poniendo como un tomate

- No, bueno, me refería a que ver el fuego, notar su calor, me relaja. Tanto que soy incapaz de concentrarme en la lectura.

Creo que los dos nos quedamos mirando el fuego esperando a que se nos pase el sofoco. Bebiendo despacio la infusión. Dejamos las tazas vacías y nos quedamos callados, cada uno con nuestros pensamientos, tranquilos.

Veo que L se queda dormida, se le cierran los ojos. Aprovecho para mirarla sin tapujos. Tiene un perfil precioso, incluso dormida y con la boca un poco abierta. Si nariz es chiquitita, respingona.

Le toco suavemente en el hombro.

- Chhist, L, despierta. Es mejor que vayamos a dormir. Supongo que estarás reventada después de lo que trabajas entre semana.

Se despierta un poco amodorrada y le sonrío. Me devuelve la sonrisa. Me siento contento, no sé porque.

- Si que es cierto que relaja este sofá.
- Venga prepárate para ir a la cama. Ya recojo yo las tazas y el resto de cosas.

Oigo como trastea en el baño. El suelo de tarima no filtra ningún sonido.

- V, ¿A qué hora nos levantamos mañana?
- Tú tranquila, ya te llamaré yo.
- Vale, Buenas noches.
- Buenas noches, descansa.

Me acuesto en la cama. Estoy inquieto. Intento leer y no soy capaz de concentrarme. No hago más que pensar en la chiquilla que está en la habitación de al lado. Recordar cada detalle de su cuerpo, de su voz, de sus miradas. Por un lado estoy deseando que pasen estos tres días para evitarme problemas. Y por otro, empiezo a pensar que me gustaría que fueran eternos.
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UNIVERSITARIA (PARTE I ). HISTORIAS DE LA CABAÑA.
Posted:Jul 19, 2012 5:53 am
Last Updated:Oct 17, 2012 12:13 am
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Me llamo V.

Sé que mis alumnos de la Facultad me llaman Harry el Sucio, Harry el Ejecutor o simplemente Harry. En honor a la saga de Clint Eastwood y a mi fama de profesor duro e implacable al que ‘le alegra el día’ suspender a los alumnos que no llegan al mínimo.
Prefiero ese mote al de ‘el cabrón de Cálculo’. Y este último a cualquiera de los epítetos con que me califican los suspendidos cuando cuelgo las notas.

Imparto mi asignatura en una famosa facultad del Norte de España. Doy clase a los dos primeros cursos de Ingeniería. Soy consciente de que la utilidad práctica de mi asignatura en la vida laboral de los alumnos es escasa, por no decir nula. Utilizarán avanzados programas de cálculo para diseñar estructuras. Pero el aprender mi asignatura les ayudará a pensar, a desarrollar su mente y, sobre todo, a conocer que es lo que tienen que hacer los programas que utilicen. Queda muy mal en el curriculum de un ingeniero ‘yo diseñe la estructura que se desplomó encima de los espectadores’.

Hoy es lunes 27 de Abril.
Viene un fin de semana largo, con fiesta este viernes 1 de Mayo. Deseando que llegue para escaparme a mi cabaña perdida en el monte, a relajarme.

He acabado las clases y me dirijo a mi despacho. Desde el final del pasillo veo que esta esperando L.R., estudiante del segundo curso. Está sentada en el banco del pasillo cerca de la puerta.

¿Que, con lo despistado que soy, cómo me acuerdo del nombre y apellido?
Pues porque muy escasos los alumnos que sacan matrícula en el primer año de Cálculo. Y que encima sean muchachas, mucho menos. No porque sean menos inteligentes que los hombres, si no porque se siguen matriculando en menor proporción. Y para colmo, atractiva y simpática. Acudía siempre a clase y se sentaba en primera fila, lo cual demostraba sus prioridades y ganas de aprender. Lo raro es que, desde algo después de Navidades, ha desaparecido de clase hasta hoy. No sólo de mi asignatura, de todas.

- Buenos días, L.
- Buenos días, Don V

Como me jode que me traten de Don. Me hace sentirme viejo y con mis cuarentaitantos, tampoco creo que lo sea tanto. Pero en el fondo esto impone una capa de respeto en la relación entre profesor y alumnos que me viene bien.

- ¿Querías algo?

Se ruboriza un poco, se la ve incómoda. También está más delgada y con ojeras.

- Si, me gustaría hablar con Usted
- Bien, pasa a mi despacho y me comentas.

- Siéntate, por favor. Ya era hora de volver a verte.

No puedo evitar un ligero tono de enfado. Me fastidia que una chica inteligente como ella desperdicie sus oportunidades de futuro. Supongo que se habrá dedicado a tontear con algún chico y eso le habrá parecido mucho más estimulante que venir a clase. O quizás algún tema de drogas, lo que sería peor.

Bufff, a ver como se lo planteo. Me da la sensación de que está enfadado conmigo. Supongo que por no venir a clase en estos meses. Con la fama de profesor duro que tiene.

- Dime, ¿Qué querías?
- Vera, Don V, yo quería pedirle un favor.
- ¿Un favor?
- Si, mire, no he podido venir a clase en los últimos meses.
- Eso ya lo he visto.
- Si, ya. El caso es que he pedido a mis compañeros los apuntes de todas las asignaturas para poder estudiar por la noche. Con el resto de asignaturas consigo ir al día bastante bien. Pero la suya me resulta muy complicada en algunos temas.
- Es normal. Pero, ¿qué es lo que querías?
- Yo … ¿me puede dar clases particulares?
- ¿Cómo has dicho?

Estoy asombrado. ¿Clases particulares? ¿Un catedrático dando clases particulares a un alumno de su propia Facultad? Pero, ¿cómo tiene la desfachatez de proponerme algo así? ¿A mi? ¿Está loca?

- Supongo que es una broma

El cabreo y la indignación que tengo hacen que mi tono sea cortante. L se ha quedado blanca, pero me da lo mismo.

- Si es una broma, no me hace ni pizca de gracia y no tengo tiempo que perder en tonterías. Y si no es una broma, me asombra tu desfachatez por venir a pedirme algo así. Por favor sal de mi despacho
- Lo .. Lo siento.

Se ha levantado con los ojos llorosos. Por un momento pienso que me he pasado, pero me da lo mismo. ¡Tiene la cara dura de no venir a clase en varias semanas y luego me pide que le de clases particulares! Algo totalmente injusto con el resto de compañeros que no tendrían esa facilidad.

Ha salido de mi despacho sin cerrar del todo la puerta. Y al llegar al banco, más que sentarse en él, se ha derrumbado. La veo reflejada en el cristal de la puerta. Está llorando con una mano en la cara. Sus hombros, su aspecto en general, es de total abatimiento. Algo le pasa a esta chica, no lo está pasando bien.

¡Mierda!
Yo soy duro con los alumnos que no se esfuerzan, pero no soy un cabrón. Y si hay algo que no puedo soportar es ver a una mujer llorando. Cojo un pañuelo de papel. Salgo del despacho, le toco en el hombro, se lo doy.

- Toma, L. Límpiate con él, serénate y vuelve a entrar en mi despacho.

Me quedo a su lado hasta que se tranquiliza, se limpia, me da las gracias en voz muy baja y vuelve a entrar en mi despacho con la cabeza agachada.
Cierro la puerta detrás de mí y la acompaño para que vuelva a sentarse en la silla. Yo me siento en la que hay a su lado.

- Cuéntame que te pasa, pero sin llorar que si no, no te entiendo. Lo primero, ¿por qué llorabas? Siento si he sido muy brusco.
- No, no es por Usted. Es normal lo que ha dicho. Lo que pasa es que estoy muy cansada, quiero sacar buenas notas para seguir optando a la beca y en casa las cosas han estado complicadas y
- Basta, no me estoy enterando de nada. Dime, ¿por qué no has venido a clase estas últimas semanas? Bueno, más que semanas, meses.
- Estaba trabajando.
- ¿Trabajando?
- Si, pero no realmente. No estaba contratada.
- No entiendo.
- Vera, las cosas han ido mal en casa. La empresa donde trabaja mi padre está teniendo problemas. No pagan las nóminas y tampoco hacen un ERE ni echan a gente a la calle.
- Bien, entiendo que no habrás estado trabajando con tu padre.
- No, con mi padre no. Mi madre trabaja en una empresa de limpieza. Tienen mucha competencia. Se tropezó en unas escaleras y se fracturó un brazo. Podría haber cogido la baja y eso, pero según están las cosas es posible que luego la hubieran echado a la calle. Así que decidimos que, sin decir nada a la empresa, yo haría las limpiezas que hace ella. Ella me acompañaba por si había algún problema. Lo malo es que a los 15 días la tuvieron que operar porque no estaba soldando bien el hueso, con lo que su recuperación se ha prolongado más de lo que pensábamos al principio.
- ¿Y por qué ni iba tu padre? Si no te he entendido mal no le pagaban.
- Ya, pero si deja de ir a su puesto de trabajo entonces la empresa podría despedirle por causa justificada y se quedaría sin derecho a indemnización ni a paro.

Puñetera crisis. Muchas familias con problemas, en situaciones límite.
Va a acabar sacando lo mejor y lo peor de todos nosotros. ¿Y si es un embuste?

- Déjame ver tus manos.
- ¿Mis manos?
- Si

Me las muestra con un poco de vergüenza. unas manos finas, delicadas. Sin embargo, en ellas se nota algún padrastro, las uñas están cortas, sin cuidar ni pintar y tiene un par de cortes superficiales en dos dedos de su mano izquierda. Decididamente, estas manos han estado trabajando últimamente.

Me está mirando las manos como si estuviera corrigiendo un examen. Las tengo horribles, a pesar de ponerme los guantes. ¿Será que no se cree lo que le he dicho?

- Bien, ¿Y las ojeras? Estás muy delgada.
- Supongo que porque me estoy matando a trabajar. Lo que hace mi madre es muy duro. Y además tengo que seguir con las tareas de casa, ella no puede. Por las tardes le pido a M, una compañera que vive cerca de mi casa, que me deje los apuntes. Por las noches me dedico a copiarlos y estudiarlos para poder devolvérselos al día siguiente.
- ¿Por qué no los fotocopias?
- Porque mientras los copio es un modo de ir estudiándolos y entendiéndolos. Y me ahorro lo de las fotocopias.

Si al final va a resultar una heroína.
Creo que ningún profesor de la Escuela sabía esto. Decididamente, esta chica es un encanto y muy responsable.

- L, lo que me pides es complicado. Si yo te diera clases particulares, sin más, estarías en clara ventaja con tus compañeros. Y eso no me parece justo. ¿Qué es lo que quieres realmente? ¿Qué te recomiende alguna academia?
- No, no. Cualquier academia me costaría más dinero del que dispongo. Y tampoco quiero que me dé clases de todos los temas, si no que me explique algunos puntos y ejercicios que no consigo entender.
- ¿Qué pasa si no apruebas la asignatura ahora y la dejas para Septiembre?
- Pues que me quedo sin beca. Y contaba con sacar matrícula en su asignatura para ahorrarme también tasas el año que viene.
- ¿Matrícula también en Calculo este año? Si que tienes aspiraciones elevadas.
- Su asignatura me gusta. Nos hace pensar

Ahí me ha dado.

- Vamos a ver, lo que quieres no clases particulares normales, si no que te apoye a entender algunos ejercicios y puntos concretos de algunos temas, ¿correcto?
- Si.
- ¿No te parece que eso supondría una ventaja con respecto al resto de compañeros?
- ¡Pero ellos pueden venir a clase!
- El hecho de que tu no puedas no es culpa suya
- ¡Tampoco es culpa mía el que si no entienden algo no vengan a pedirle que se lo explique! ¿Cuántos alumnos le han pedido que les explique algo que no entienden? ¡En clase yo era la única que preguntaba algo alguna vez¡

Antes tocado. Ahora hundido

- Bien, veamos. Podrías venir después de clase y yo te explicaría lo que fuera.
- No, sigo sin poder venir a clase
- ¿Cómo? Hoy estás aquí.
- Porque mi padre se ha pedido un día a cuenta de vacaciones para ayudar a mi madre. Yo he venido sólo para recoger apuntes, entregar trabajos y .. y pedirle el favor.

Me suena que, aunque lo ha dicho al final, este ha sido su principal motivo.

- Entonces ¿Cuándo querías que te diera las clases?

Ahora si que se va a cabrear.

- Yo, yo, .. había pensado que igual podría este fin de semana, no se, algún día de los tres.
- ¿Este fin de semana? Tengo planes.
- Ya, perdone.
- ¿Por qué precisamente este?
- Pues porque tengo tiempo para prepararme los exámenes y al ser largo si empezamos el viernes y lo entiendo todo, el resto del fin de semana libre y si no, tengo dos días para seguir preguntando y
- Y ya veo que has pensado en mi.

Tierra, trágame. Me he montado una película sin tener en cuenta para nada lo que Don V podía tener planeado.

Se ha puesto como un tomate. Como un delicioso tomate.

¿Me mira y se sonríe?

¡Ja, ja¡ Todavía más colorada. Se me está ocurriendo algo, aunque creo que me voy a meter en un problema.

- Yo tengo planes para el fin de semana. De todos modos, por lo que entiendo, piensas que sólo con un día de trabajo intenso podrían estar resueltas todas tus dudas. ¿Correcto?
- Si.
- Bien, ¿y como piensas pagarme el tiempo extra que voy a dedicarte?

¿Pagarle? Si no tengo un Euro. ¡Dios mío¡, ¿será un salido?

- Yo .., no tengo mucho dinero. Bueno, ni mucho ni poco.
- No, no pensaba en dinero

Ya está, es un salido. Sin embargo, su mirada es de buena persona. No se, hay algo en él que me inspira confianza.

- Mira, yo tengo una cabaña perdida en medio del monte. Es mi refugio secreto, me encanta ir a desconectar de todo. Es un sitio muy aislado y tenia planeado ir allí este fin de semana. Lo necesito.

Estoy tonto, me estoy metiendo en un problema.

- Estaba pensado que vinieras conmigo este fin de semana
- ¿Para que?

Su tono de voz es defensivo, creo que no me estoy explicando bien.

- Por reuniones y viajes llevo sin ir desde hace casi dos meses. Cuando voy allí lo que me gusta hacer es estar fuera, paseando y, sobre todo, haciendo cosas con las manos, arreglar una fachada, plantar árboles, coger setas, nueces, castañas. Ahora estoy haciendo un muro de piedra para evitar que el ganado entre y estropee los árboles que planto. Sin embargo, no me gusta nada hacer tareas domésticas. Las últimas veces que fui llovió y la parte baja esta hecha una pocilga. Pensaba que, a cambio del tiempo que yo te dedique, podrías encargarte de limpiar la parte baja. Si tienes experiencia no te llevará más de dos horas. Y ya que yo voy a dedicarte más tiempo, que me ayudaras también algo con el muro.
- ¿Mi trabajo por su tiempo?
- Si. Un trueque. La comida a medias. ¡Ah!, te aviso, el sitio está muy aislado y hay ganado suelto, por si te da miedo.

Y yo que he llegado a pensar que era un salido.

No sé si es buena idea. Cualquiera de la Escuela que se entere, seguro que pondría el grito en el cielo por lo que aparentaría. ¡Un catedrático y una brillante alumna solos en medio del monte¡ Y no se si me hace gracia que suba alguien a mi cabaña. Pero bueno, por tres días tampoco se va a acabar el mundo.

- ¿Qué te parece?
- No se, bien supongo.
- Oye, nadie te obliga a ir.
- No, no, me parece bien. Pero, ¿cuánto tiempo tendría para estudiar?
- Vamos a ver. Llegamos el jueves a media tarde. Preparo la chimenea, me voy a dar un paseo y tú mientras limpias el interior. Unas dos horas. Cenamos, un rato de lectura delante de la chimenea
- ¿De lectura?
- Si. Olvídate, no hay televisión. Bien, el viernes por la mañana te dedico 3 horas, de 10 a 1. Por la tarde tú me ayudas 2 horas, de cuatro y media a seis y media. Así los tres días. Yo te dedico 9 horas y tú a mi, unas 8. ¿Qué te parece?
- Bien, me parece bien.
- Entonces quedamos el jueves a las cinco y media de la tarde. ¿Dónde vives?
- En B..
- ¿Tienes cerca metro?
- Si.
- Vale, te recojo en la salida de la estación de A… a las cinco y media. Volveremos el domingo a eso de las once y media de la noche, para evitar las caravanas.
- De acuerdo.
- Ah y llévate ropa vieja. Que no te importe que se manche o se estropee.
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Terremoto
Posted:Jul 10, 2012 11:28 am
Last Updated:Feb 1, 2013 6:37 am
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Soy V, director de proyectos de una multinacional de consultoría. Estoy desplazado en la costa de Chile haciendo un proyecto para una importante conservera española que tiene allí una factoría. Después del terremoto del 2010, están remodelando parte de la factoría y para seguir trabajando han montado unas naves prefabricadas de manera provisional mientras finalizan las instalaciones definitivas.

Una de estas naves es la que han destinado como dependencia de Dirección. Y aquí es donde estoy trabajando. Resulta chocante ver unas paredes de baratas y antiestéticas mamparas prefabricadas y estar sentado ante una enorme mesa maciza de nogal y raíces y en mullidos sillones de cuero negro con respaldo alto. la mesa y sillones de la sala de reuniones de la factoría original a la espera de que acaben las obras de su ubicación definitiva.

Y no estoy solo.
En mi proyecto han asignado a M, una simpática compañera con la que ya he colaborado en algún otro trabajo. Es más baja que yo, delgada, pelirroja, pecosa, de piel blanca, con un culito precioso al que dan ganas de comer a besos. En el plano teórico, evidentemente. Soy un estricto cumplidor del refrán ‘donde tengas la olla, no metas la p …. ¿unta de la nariz?’ (no, no era eso).

Llevamos dos semanas trabajando a tope. Eso incluye sábados y domingos. Los que han vivido esta vida de proyectos con plazos de entrega delimitados y en los que encima estas desplazado, saben que no existe nada más que trabajo. Y más cuando has negociado trabajar a tope para cumplir plazos y poder regresar pronto a casa. Es triste, puedo decir que he estado 5 días en Oslo. Y no llegué a salir del hotel ubicado en el aeropuerto. No tuve ni que enseñar mi pasaporte.

Viernes tarde.
Todo el personal de la empresa se ha ido, incluyendo a los operarios de la planta. Al no estar plenamente productiva, se han reducido planes de pesca y turnos en la factoría para ahorrar costes. Y esto implica dejar de ganar dinero, con lo que los plazos urgen. Estamos los dos solos, revisando las nuevas especificaciones del área logística.

Empezó de repente.
Todo se puso a temblar, el suelo, las mamparas, nosotros. Y a la vez llegó el ruido, bronco, grave. Lo sientes antes por los pies que por los oídos. Tardé instantes en darme cuenta de lo que pasaba. Vi la cara de M, ya de por si pálida, totalmente blanca. En un acto reflejo, cogí a M y me metí con ella debajo de la mesa. Supongo que ver algunos documentales de Discovery Channel me indujeron a hacerlo.

Debajo de la mesa la abrace fuerte. El temblor y el ruido seguían. Era eterno, no paraba. La luz se fue. Luego vino el chirrido y el ‘bloooom’. Las estructuras laterales de la nave no aguantaron y la cubierta de deslizó, cayendo al suelo.. El ruido y el temblor seguían, yo no podía respirar del miedo que sentía y la oscuridad lo hacía peor. ¡Qué largos se pueden hacer 55 segundos!

¡Bendita mesa de consejo! Al ser de material prefabricado, la techumbre era relativamente liviana. El tejado no se había roto del todo, se había dividido en tres secciones y solo había caído la central, que además no cayo a plomo sino deslizándose por una de las paredes. Todo esto lo supe más tarde.

Cesó casi de manera tan brusca como había empezado. Los ruidos que llegaban eran de restos de estructura cayendo.

Empecé a respirar por la boca.
M lloraba apretando los dientes. Soltaba una especie de chillido amortiguado. Creo que estaba al borde de un ataque.

No se lo que hubiera hecho de estar sólo. Pero ver a M, que estaba bastante peor que yo, me hizo olvidarme un poco de mi mismo y preocuparme por ella.
Empecé a susurrarle de manera suave, ‘ssshhhh, ya está, ya paso todo, tranquila’ como cuando quieres calmar a un bebe que está llorando. Le abrazaba con suavidad y le frotaba la mano por la espalda. Le daba besos en la frente. Besos y abrazos como los que le darías a tu hijo pequeño en un momento en que te inspirara ternura. Con paciencia y con cariño.

Poco a poco sus hipos se fueron espaciando.
Seguía agarrándome fuerte de la camisa. Froté mi mano contra las suyas y despacio fue relajando algo su presa, aunque sin soltarla del todo.

No se cuanto tiempo tardó en tranquilizarse. Bueno, por lo menos en dejar de llorar y respirar con tranquilidad.

- Tranquila. M, ya paso todo.
- He pasado mucho miedo, creía que me iba a morir, el temblor y el ruido no paraban
- Si, pero al final ha parado. ¿Te encuentras bien?
- No, estoy asustada.
- Me refiero a si te notas dolor en alguna parte del cuerpo, algún golpe, no se … Prueba a ir moviendo poco a poco los pies, las piernas, lo que puedas. Hazte una especie de autochequeo.

Noto como me va haciendo caso.
Yo hago lo mismo. Y estiro las manos, para comprobar cuanto espacio tenemos. La mesa ha aguantado bien. Apoyado de espaldas en el suelo, puedo estirar el brazo hacia arriba, aunque sin desplegarlo del todo. Muevo los brazos y las piernas hacia mi derecha y noto las patas de las sillas de ese lado de la mesa. Están caídas, y han entrado casi hasta la mitad de la mesa. Es por ese lado por el que ha deslizado el techo y al hacerlo a empujado las sillas dentro de la mesa.

- ¿Cómo estás?
- No tengo nada roto, pero ..
- ¿Pero que, M?
- ….
- Dime, ¿Qué te pasa?
- Me he meado

Según lo dice se separa un poco de mi. Le abrazo y no dejo que lo haga

- Es normal, con el miedo que hemos pasado.

Ha vuelto a llorar.

- Eh, eh, tranquila, ya está. Lo importante es que estamos vivos. Piensa sólo en eso.
- Vamos a morir aquí.
- Eso es algo que no se. Lo que si se es que ahora, estamos vivos y eso es lo importante.
- Si, pero ¿qué vamos a hacer?
- Veamos, los dos tenemos una mentalidad analítica y estamos acostumbrados a resolver problemas. Aprovechemos esa cualidad.
- Esto no es un proyecto, estamos atrapados sin luz, sin aire, nos vamos a morir.
- No seas derrotista. Primero, vamos a ver de que espacio disponemos. A mi derecha ya he visto que no tenemos mucho sitio. Las sillas están caídas y encajadas.

Me separo de ella para intentar ir en dirección a mi cabeza y a mis pies. De manera instintiva M me agarra la mano con fuerza.

- No me sueltes.
- Vale, no te suelto, pero déjame ver cuanto espacio tenemos en el sentido de las patas de la mesa.

- No podemos ir ni hacia arriba ni hacia abajo, las patas grandes y macizas. Han sujetado lo que nos ha caído encima, pero no dejan pasar.
- ¿Quieres salir de aquí?
- Si. Vamos a ver, no. Lo que quiero es ver de cuanto volumen de aire disponemos, tantear un poco el hueco en que nos hemos quedado para hacerme una idea mejor de nuestra situación.
- Hacia arriba tenemos la altura de la mesa. Ahora voy a pasar por encima de ti para ver que palpo a ese lado.

Giro por encima de ella. En ningún momento me suelta y yo facilito el que mantenga el contacto. A mi también me tranquiliza. No puedo salir de la perpendicular al borde de la mesa. Las sillas están sujetas por la techumbre y parece que detrás de ellas la mampara se ha arrugado como un acordeón. Intento meter la mano entre las sillas, empujo una y se oye un ‘¡clang!’. M tira de mi con fuerza.

- ¡V! - grita
- Bien, sin ver nada, mejor no seguir tocando. De todos modos, no me parece que estemos cerrados en una estructura compacta. Las mamparas eran delgadas y supongo que es bastante lógico el pensar que el aire, aunque pueda acabar enrarecido, circule con bastante libertad. Tampoco hay conexiones de gas cerca. Bueno, ni de gas ni de nada. Por si acaso, es mejor que intentemos hablar y movernos lo menos posible con el objetivo de consumir el menor oxígeno posible.

Se acurruca a mi lado apretando el cuerpo pero no las piernas sin decir nada. La abrazo, le acaricio la espalda y la beso en la frente en silecio. Nos quedamos quietos, cada uno con sus pensamientos. Hago respiraciones tranquilas, de relajación, para intentar quitarme los nervios de encima y poder pensar con claridad.

Aunque la postura es cómoda, empiezo a notar hormigueo en la espalda. Señal de que ha pasado bastante rato.

- Bien, creo que no vamos a tener problemas de aire.
- ¿Cómo lo sabes?
- No se la hora que es porque no veo el reloj. Pero por el hormigueo que siento, debemos de llevar bastante rato encerrados. ¿Tienes calor?
- No. ¿Qué tiene que ver el calor con el aire?
- Si estuviéramos en un sitio cerrado, el calor que despide nuestro cuerpo y el enrarecimiento del aire nos haría sentir sofoco. Y yo no noto más calor del habitual.
- Pero tu cuerpo está caliente.
- Ya casi siempre tengo calor. Pero no noto más calor ahora que antes. Y con mi asma, si el aire estuviera enrarecido, supongo que lo notaría al respirar.

No las tengo todas conmigo.
Al ser la estructura prefabricada, el derrumbe apenas ha levantado polvo, con lo que mis pulmones no se han visto muy afectados. Y el que la temperatura no suba puede deberse a que, al hacerse de noche, la misma fragilidad de las mamparas permita que el frío de la noche refresque el aire de dentro. Pero en determinadas ocasiones, te agarras a un clavo ardiendo.

- V, ¿qué vamos a hacer ahora?
- Prepararnos para pasar la noche lo mejor posible. Teniendo en cuenta la hora, no creo que nadie empiece labores de rescate antes de mañana. Y tampoco creo que seamos el primer sitio donde miraran.
- ¿Por qué?
- Porque no había gente en la planta cuando ha sucedido el terremoto. Si yo fuera el responsable del rescate, miraría antes en las poblaciones y sitios donde crea que puede haber mucha gente enterrada. Quizás nos debamos preparar para estar aquí bastantes horas.
- …..
- ¿Vamos a morir?
- Rotundamente no. La estructura parece estable. Estamos vivos y sin lesiones graves. Saldremos de esta. Ahora, prepárate para descansar lo mejor posible.
- No puedo. Estoy incomoda.
- ¿Por?
- Soy muy friolera y tengo el pantalón empapado.

No me acordaba que se había meado. No, no era el mejor modo de preparase para pasar unas cuantas horas encerrados.

- M, vamos a hacer lo siguiente. Tú te vas a quitar los pantalones y las bragas. Intenta secarte con ellos lo mejor que puedas. Yo me quitaré los pantalones y te los dejaré para que no tengas frío. Los tuyos los pondremos en las patas de las sillas para ver si se secan. Cuando lo hagan, si tengo frío, volvemos a cambiar. No te pido tu opinión, es lo que vamos a hacer.

Se queda quieta, sin decir ni hacer nada. Empiezo yo. Me desabrocho el cinto, los botones y la cremallera y me quito el pantalón ayudándome con los pies. No perdemos el contacto en ningún momento.

- Aquí tienes.
- Vale. Pero no dejes de tocarme. Necesito estar tocándote.
- Tranquila, no te soltaré.

Dejo mi pantalón sobre mi tripa. Paso una mano por detrás de su cabeza y la otra la apoyo en su costado. Solo entonces M me suelta y empieza a desabrocharse el pantalón. Noto como sube las caderas para sacarse el pantalón y oigo el frus frus de la tela. Se lo acerca con los pies, le da la vuelta y se seca (mas que secarse, se frota) con la parte baja de las perneras, más secas y limpias. Deja el pantalón a su derecha y, tras unos instantes, noto como vuelve a levantar las caderas para bajarse sus bragas. No se como , no las veo. La oscuridad es absoluta. Tengo mi mano sobre sus costillas, a media altura entre su pecho y su cintura. De repente soy consciente de esta situación, esta medio desnuda a mi lado. Y sin poder evitarlo me viene a la mente el recuerdo de su culo, que ahora esta desnudo a mi lado. Vuelve a coger su pantalón y a frotarse.

Cojo el mío y lo deposito sobre su estómago. Lo recoge de entre mis manos, palpándolo identifica la cintura. Dobla las rodillas y se lo pone mientras sigue tumbada. Le debe quedar muy grande y por mucho que ate el cinturón, la cintura le quedará totalmente holgada.

Pasan unos instantes en que no se mueve. Yo intento quitar de mi cabeza la imagen de su culo.

- ¿Más cómoda?
- Si
- Bueno, pues ahora a intentar descansar.
- Vas a pasar frío.
- Más que frío, con las pintas que tengo, si me vieras, lo que iba a pasar es vergüenza. En calzoncillos, con calcetines y zapatos. Estoy hecho un Don Juan

No se porqué me ha salido este comentario. Pero el caso es que ella se ha echado a reír. Y yo también. Una risa con la que hemos dejado escapar nervios. Me he sentido feliz por hacerla reír en esta situación.

- Con un poco que alargues el brazo, podrás apoyar el pantalón y las bragas en las patas de las sillas para que se sequen.
- Vale, pero no me sueltes.

Se gira apoyándose en su codo derecho y cuelga el pantalón y las bragas. Al incorporarse y con el giro, de modo natural, mi mano izquierda ha bajado de sus costillas hasta su cintura. Cuando vuelve a tumbarse, se desliza hasta su tripa, justo debajo de su estomago. El pantalón le queda grande y mis dedos meñique y anular quedan por debajo de la cinturilla del pantalón.
Nos quedamos quietos.

- Don Juan, vas a pasar frío esta noche.
- No te preocupes.
- Si me preocupo
- Pues venga, achúchate contra mi y así me das calor.

Sin decir nada, coge mi mano izquierda a la vez que se gira contra mi. Me aprieta, se acurruca y pasa su pierna derecha por encima de las mías en un intento de taparme algo las piernas con la suya. Pone mi mano izquierda en su espalda y me pide que le apriete el pantalón para que no le entre frío por la cintura.

Estamos abrazados, rodeo toda su cintura con mi brazo. Su cara está apoyada en mi cuello, la parte interior de su muslo sobre mi entrepierna.

Intento no excitarme. Pero es imposible no notar su cuerpo, el calor que despide al respirar. M no dice nada ni cambia de postura. Pienso en hacer algo que me distraiga. Y me quito el reloj. Dejo de abrazarla por la cintura con el brazo izquierdo y lo hago con el derecho. Con el izquierdo, golpeo la pata metálica de una silla.

- ¿Qué haces?
- Señales de humo
- ¿Qué?
- Golpeo algo metálico con la parte metálica de mi reloj. El sonido es agudo y se propagará bien. Si se lanza un equipo de rescate con perros o similar, les servirá de guía para encontrarnos.
- ¿Pero no decías que no empezarían el rescate tan pronto?
- Y no creo que lo hagan. Sólo estaba probando si se oía bien. Y me parece que si.

Es una mentira piadosa.

- V, ¿qué posibilidades tenemos?
- Todas, ¿por qué lo preguntas?
- No, en serio.
- Veamos, si hay una replica del terremoto, no creo que se nos vaya a caer nada mas encima. Así que por ahí, no veo más problema. Aire parece que tenemos. El cuerpo humano aguanta mucho más tiempo del que la gente se cree sin comer
- Tengo sed (me interrumpe)

Me callo, ese es el mayor riesgo que veo en estos momentos. No se cuanto tiempo tardarán en rescatarnos, estamos en las ruinas de una nave industrial en el culo del mundo en la que se supone, además, que no había nadie.

- ¿Vamos a morir de sed?
- No.
- ¿Cuanto tiempo se puede estar sin beber?
- No lo se. Menos que sin comer.
- Tengo entendido que muy pocos días.
- ¡No vamos a estar tanto tiempo aquí!
- No piensas eso. Y lo sabes.
Me callo

- Tenemos líquido.
- ¿Qué? ¿Dónde?
- En nosotros mismos.
- ¿Nos vamos a chupar la sangre?

Sonrío.
Está bien mantener el sentido del humor.

- ¿Has oído hablar de la orinoterapia?
- No.
- Es gente que cree que la orina tiene propiedades curativas. Básicamente, siguen una dieta estricta en la que lo que hacen es no comer nada y beberse su propia orina.
- Hay gente para todo.
- Y dicen que en la Segunda Guerra Mundial, a los pilotos americanos que iban en misión en el Pacifico, les daban una recomendación no escrita. Si eran derribados en el mar, en vez de beber agua marina, que se bebieran su propia orina.
- ¿Sólo a los pilotos del Pacifico?
- Si
- ¿Por qué?
- Porque las aguas del Atlántico donde realizaban las misiones más frías. Y si eran derribados y se salvaban, antes que de sed se morían congelados.
- ¿Y a los del Pacifico les sirvió?
- No lo se. Creo que se los comían antes los tiburones.

Oigo una mezcla de risa – sonrisa. Me hace sentirme contento.

- O sea, que la alternativa es hacer caso a unos locos
- Vamos a ver, pensando en el metabolismo humano, la orina nos produce más repulsión de lo que realmente debiera. Básicamente contiene hormonas y sales minerales. Es sangre filtrada y, a no ser que tengas algún tipo de infección renal, aséptica.
- Vale, vale, me has convencido. Pero sigo teniendo un problema.
- ¿Cuál?
- Tengo sed. Y no tengo ganar de orinar. Creo que me he vaciado de agua en el terremoto, al mearme y al llorar.

Un instante de silencio. Hablar de esto ha hecho que baje mi excitación. Pero no estoy muy seguro de que con lo que voy a decir, no vuelva.

- Yo si tengo ganas de mear.
- Me parece muy bien, pero tu orina es tuya.
- No lo tengo tan claro.
- ¿No?
- ¿Te parece que soy contorsionista?
- No
- Pues ya me dirás como la voy a beber. No tenemos nada para recogerla y no me llego. Dicen que si los hombres nos llegáramos, habría muchos más solteros en el mundo.

- Perdona, no se porque he dicho esto.
- No importa, yo también lo había oído.

El hecho de haber dicho una tontería fuera de lugar ha cortado mi excitación de cuajo.

Pasa un rato, no se si grande o pequeño. Mis ganas de mear empiezan a ser muy fuertes y tengo que hacer fuerza y cruzar las piernas, como hacen los niños pequeños.

- ¿Qué te pasa?
- Que me meo y no aguanto más.
- ¿Y por qué no meas?
- Porque es el único liquido que tenemos y no quiero desperdiciarlo.

Pasan unos momentos.

- De acuerdo
- ¿Qué?
- Voy a beberlo
- ¿Segura?
- ¿Tú eres tonto o qué? Tengo la lengua pegada al paladar y tú no haces más que moverte. Sé que no te vas a aguantar más y en estos momentos, no puedo pensar que tu orina sea algo asqueroso. Sólo pienso que es un liquido que me puede mantener viva. No dejes de tocarme (esto último me lo dice enfada)

Separa sus piernas de mi y con sus manos me baja el calzoncillo. Algunas gotas de orina se escapan de mi pene. Mueve su cuerpo y su cabeza pegados al mío. Me coge el miembro con delicadeza y lo introduce en su boca. Apenas lo hace y suelto un pequeño chorro de orina. Muy pequeño, aunque lo suficiente para aliviar parte de la presión de mi vejiga. Y entonces soy consciente de la situación. M tiene mi pene en su boca, ha bebido un poco y esta chupando. No es una felación ortodoxa. Es como si estuviera bebiendo a morro de un porrón.

La excitación viene de golpe. Tres latidos del corazón, tres golpes de sangre han bastado para ponerme firme. Muy firme. Y al empalmarme, la orina ha dejado de fluir. Un hombre en plena excitación no puede mear.

M esta quieta, con el pene en la boca, sin moverse ni chupar.

- Lo siento. Me he excitado y no puedo mear.
- ¿No puedes mear excitado?
- Ningún hombre puede
- ¡Pero has meado muy poco!
- Lo se
- Casi no he bebido nada.
- Lo se. Y no creas, no es una sensación agradable notar la vejiga llena y no poder mear. Es potencialmente peligroso.
- ¿Por qué?
- En casos extremos podría morir por insuficiencia renal. El riñón deja de filtrar la sangre y esta se envenena. Mueres auto envenenado.
- ¿Por qué te has excitado?
- ¡M!
- ¿Por qué?
- Vaya, ahora la tonta eres tú. Eres una mujer preciosa, tienes un culo de ensueño, hemos sufrido un terremoto lo que hace que la gente este siempre muy tranquila, estoy encerrado y abrazado a ti desde hace un montón de rato, te has quitado el pantalón y las bragas mientras yo te tocaba, has estado abrazada y acurrucada contra mi, oliéndote, con tu cara contra mi cuello….. ehh …., me dejo algo, ¡Ah!, ¡Si! Y ahora te has metido mi polla en tu boca y has chupado como un recién nacido chuparía la teta de su madre. La verdad es que no tengo ni idea de porque me he excitado.

En el silencio que sigue a esta declaración, M no se mueve.

- Perdona mi ironía.
- Me gusta tu ironía. Y me gusta lo que has querido decir con tu ironía.

Vuelve a bajar su cabeza hacia mi pene. Pero esta vez no bebe. Sus labios apenas si rozan la piel desde la base del glande hacia mis testículos. Roces y pequeños piquitos con la lengua mientras sigue bajando. Con delicadeza, chupa mis testículos mientras con su mano empieza a masturbarme. Sigue bajando y su lengua juega con mi perineo. Nunca me habían hecho algo así. Su boca es delicada y su mano enérgica. La mezcla es explosiva. Me voy a correr enseguida.

M lo nota. Y de golpe se introduce el glande en su boca. La sensación es maravillosa y soy incapaz de aguantar más.

No se si el mejor.
Supongo que podría haber sido uno de los mejores orgasmos de mi vida. Si no fuera porque, justo con el primer espasmo, no pude controlar mi cuerpo y me arquee de manera violenta, incorporándome.

La hostia que me di en la cabeza con la mesa si que fue de las mejores de mi vida. No llegue a perder el conocimiento, pero si me quede un poco grogi.

- V, V, ¿estás bien?
- Ufff, si, no, buuff. Mi cabeza

Mis últimos chorros han salido desmanejados, sin que M les hiciera mucho caso. Esta más preocupada por mi. Su mano derecha sigue sujetando mi pene mientras con la izquierda me acaricia la cabeza. Y se empieza a reír, a tronchar de risa.

Yo me río algo menos, por el dolor. No me molesta que se ría, al revés, a mi también me hace gracia la situación. Pero el dolor de cabeza es muy fuerte.

- Deja de reírte que te vas a atragantar. Ahora si que no aguanto las ganas de mear.

M no dice nada más y se aplica a beber con ansia. La sensación al notar como bebe de mi es agradable. Pero entre el medio orgasmo que acabo de tener y el dolor de cabeza doble, consigo mear sin volver a excitarme. Y no es porque M no se lo mereciera.

La meada es larga. Intento que salga poco a poco, controlando, para evitar que se atragante y pueda hacerlo lo más cómodamente posible. Cuando acabo, M le da dos chupetones más y, con delicadeza, me sube los calzoncillos. Se acurruca a mi lado volviendo a poner su pierna sobre la mía. Esta vez con su mano derecha me masajea suavemente la parte de la frente donde he tenido el golpe.

- ¿Te sigue doliendo?
- Si, bastante.
- ¿Notas alivio si te acaricio el golpe?
- Si.
- Intenta descansar.

Cierro los ojos.
El dolor va desapareciendo poco a poco. Es agradable notarla a mi lado. Aunque lo mitiga, al estar tan cerca noto que ha eructado.

- Que aproveche.
- Perdona.
- No hay nada que perdonar, es un acto fisiológico natural. ¿Has saciado la sed? ¿Te ha resultado difícil hacerlo?
- Si he saciado la sed. Tengo la sensación de que he bebido mucho. Y me ha costado más al principio abrir el grifo, que beber a morro.
- Si no me doliera tanto la cabeza, creo que hasta me reiría.
- Descansa.

Caigo en un estado de sopor que se va haciendo más profundo. No se cuanto tiempo estoy dormido. Despierto poco a poco. Tengo un ligero dolor de cabeza, la boca terriblemente pastosa. Sed.
Soy consciente de que M está a mi lado, moviéndose inquieta.
Giro la cabeza.

- ¿Qué tal estás?
- Me duele un poco la cabeza y tengo sed, por lo demás bien. ¿Cuánto tiempo he dormido?
- No lo se, creo que ha sido mucho rato.
- ¿Tú no has dormido?
- No, te estaba cuidando.
- Gracias
- No las des, era un poco egoísta por mi parte. Si te pasara algo y me quedara aquí sola, creo que me volvería loca.
- Gracias de todos modos. ¿Por qué crees que ha sido mucho rato?
- Porque la que se mea mucho ahora soy yo.
- Tu te meas y yo tengo sed. Creo que podemos llegar a un acuerdo.
- Estoy segura.
- No tengo muy claro como ponernos.
- Ya lo he pensado. Como yo no tengo pitorro del que puedas chupar, creo que es mejor que yo este encima. Nos ponemos como si fuéramos a hacer un 69 estando yo encima. ¿Qué opinas?

Estábamos planificando como iba a beber su orina directamente de ella con la mayor naturalidad del mundo. Va a ser cierto eso que dicen de que el hombre y las ratas los animales que mejor se adaptan a las situaciones extremas.

- De acuerdo.

M se quitó el pantalón. No le hizo falta desabrocharlo, simplemente se lo bajo. Giró sobre mi pasando su pierna con cuidado por encima de mi cabeza. Se veía que no quería darme en el golpe. Puse mis manos en sus caderas y la fui acercando hacia mi boca.

- M, ¿las chicas podéis mear estando excitadas?
- No lo se. Nunca lo he intentado. ¿Quién te ha dicho que ahora estoy excitada?
- No me refería a ahora. Era curiosidad en general.

Entonces, de golpe, posé mi boca completamente abierta sobre su sexo. Dio un respingo. Mi lengua estaba justo encima de su clítoris. Por su textura pensé que si estaba excitada.

Despacio, muy despacio, di un lametón de abajo arriba. Como si quisiera sacar brillo de cada rincón de su vagina, introduciendo la lengua en su rincón más íntimo. Y cuando acabé, otro. Y otro, Y otro …..

M estaba tensa. Supongo que la mezcla de excitación y ganas de orinar le producían sensaciones encontradas. Decidí ir más allá. Metí mi mano derecha por debajo de su camisa y sujetador buscando su pezón y empecé a jugar con el. Y con mi mano izquierda, empecé a acariciar su esfínter. Simplemente a rozarle y a jugar con el.

Alcanzar el orgasmo y orinar fue todo la misma cosa. Me espabilé para que no se perdiera ni una gota. M fue más lista que yo y en vez de levantar la cabeza se dejó caer sobre mi.

Había acabado de orinar, pero yo seguía lamiendo con glotonería.

- Para, por favor, para.
- ¿No te gusta?
- Me ha gustado mucho, pero ahora déjame recuperar el resuello.
- De acuerdo, ven aquí.

Obediente, volvió a girar sobre mi y a acurrucarse a mi lado. Nos besamos con ternura.

- V, ¿cada vez que tengamos sed y ganas de orinar vamos a hacer esto?
- Creo que si. El que ha bebido ahora he sido yo. Así que supongo que el próximo en tener ganas de mear, también seré yo.
- ¿Y no vamos a hacer nada más?
- No.
- ¿Por qué?
- Con lo atractiva que eres, si empezamos a hacer ‘algo más’, te aseguro que yo no voy a para con sólo un ‘algo más’. Y si tenemos en cuenta que haciendo ‘algo más’ bien hecho, yo por lo menos sudo bastante y eso es menos liquido en el cuerpo, propongo que dejemos el ‘algo más’ para cuando nos saquen de aquí y que por ahora nos contentemos con beber cada vez que uno de los dos tenga ganas de orinar. ¿Te he convencido?
- Si. Aunque más te vale que nos saquen de aquí.

Las llamadas a la embajada de los familiares y de nuestra empresa facilitaron el que se acabara buscándonos en los restos de la factoría.
En total, estuvimos 67 horas sepultados.
Los médicos que nos examinaron cuando nos rescataron sólo identificaron un pequeño entumecimiento de los músculos debido a lo estrecho del habitáculo y una ligerísima deshidratación. No se explicaban porque uno de los dos tenía la tensión arterial alta y el otro baja.

No les contamos que uno había acabado de orinar justo antes de que nos rescataran.

Y el resto es otra historia.

(el 99% de este relato es ficticio. Y el 100% es un regalo)
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